18 de octubre de 2010

Hay que seguir en la trinchera

Hola amigos, son las primeras horas del lunes y tenía ganas de redactar algo antes de irme a dormir. El domingo pasó rápido como siempre, de hecho ya ni siquiera vale la pena abordar el tema, pero uno no puede evitar pensar en los fugaces momentos de felicidad que se nos presentan a diario y que son los que nos mantienen vivos. A veces pienso que no debería tomarme las cosas tan en serio y darme la oportunidad de cagarme más de risa de lo que me pasa. Soy muy exigente con mi trabajo, trato de cumplir con todo lo que me piden y eso a veces genera presión. Sólo espero ir buscando espacios para relajarme y tomar cada día con más calma.

Cambiando de tema, estuve viendo unos minutos de la película "El cartero llama dos veces" (1946), que compré en DVD. Aproveché para escuchar a Whitney Houston en sus años de gloria y recordar distintas etapas de mi vida que me remiten a sus baladas. Y escuché también un viejo cassette de Alejandro Dolina, tras lo cual pude comprobar que efectivamente los programas de hace unos años eran mucho más divertidos que los actuales. Hace un rato nomás estuve en la casa de un amigo, donde comimos unas empanadas y nos lamentábamos del inexorable comienzo de la semana.

El Día de la Madre transcurrió con un almuerzo tranquilo y larga sobremesa, y le fueron entregados a mi mamá los regalos de rigor, que se merece con absoluta justicia por ser una de las personas que más quiero, mi confidente, la que me banca cuando estoy insoportable, y a quien le debo la vida.

Esto es todo por el momento, la notebook es tentadora para escribir y boludear por Internet, pero me espera un día largo y agotador y debo concentrar mis energías en descansar lo más posible. Un abrazo, gente!

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