15 de noviembre de 2010

Ese noviembre que suena a historia repetida


Hoy, lunes, me desperté para comenzar la semana sin el esfuerzo habitual que me provoca despabilarme y que mi mente comience a funcionar a pleno. Anoche me acosté temprano y supongo que eso habrá ayudado a que el eterno forcejeo por permancer en la cama hasta el último segundo posible antes de ir a trabajar no fuera tan traumático.

Nuevamente aparecen denuncias por presuntas coimas o favores a legisladores a cambio de votos, o de que se retiren del recinto para forzar una votación que beneficie al oficialismo, en este caso respecto al Presupuesto. Tengo la convicción de que este tipo de manejos miserables ha existido desde siempre, incluso antes del caso más recordado que fue por la Ley de Flexibilización Laboral durante el gobierno de la Alianza, aquella famosa "Banelco" según la cual el Gobierno compraba voluntades y se aseguraba votos de senadores que cambiaban sus convicciones por billetes.

Deberíamos pensar hasta dónde es capaz de llegar una persona, sea cual fuere su rol en la sociedad, si le ofrecen una buena suma de dinero para que haga algo que considera contrario a sus principios. Creo que nos llevaríamos una desagradable sorpresa. La necesidad tiene cara de hereje, suele decirse, pero nuestros diputados y senadores no parecer ser precisamente personas necesitadas, sino que gozan de sueldos o "dietas" mensuales que un trabajador de clase media no logra ganar en todo un año. Entonces, también podría hablarse de codicia. De ese deseo perverso por tener siempre más, por consolidar una posición dominante sustentada en la riqueza y en los privilegios derivados de ella. Ya hemos hablado desde este espacio de la concepción que cada uno de nosotros tiene del dinero y de cómo se comporta en función a la cantidad de guita que reciba, pero está además la ambición. Para ellos, los que tienen el poder, nunca parece ser suficiente. Tener plata es tener poder, y ejercerlo les provoca el placer de sentir que pueden disponer libremente del destino del resto, jugar con los sentimientos y las ilusiones de las masas, humillar públicamente a sus subordinados, y sentir una suerte de privilegio por acceder rápidamente a todo lo que al resto de la población le lleva una eternidad: documentos, pasaportes, visas, autos con chofer, pasajes gratis en avión si provienen de las provincias del Interior y tienen que sesionar en el Congreso, y podría seguir enumerando beneficios hasta el infinito.

Nosotros sólo recibimos las migajas de ese banquete, tenemos que someternos a que los diputados y senadores se levanten de buen humor y con un mínimo sentido común para que se dedidan a votar una Ley que contribuya a mejorar los ingresos y la calidad de vida de quienes los votaron. Más allá de que reciban coimas, "sobres", promesas de altos puestos en el Gobierno, o cualquier prebenda que se les ocurra pensar, si al menos hicieran algo, en lugar de brindarnos ese espectáculo patético y decadente por televisión, donde se los ve tomando café, hablando por celular, contando los votos en una planilla como cuando la maestra tomaba asistencia en clase, sin todo ello no sucediera, no nos sentiríamos tan ajenos a todo.

Pero vivimos como podemos, y sabemos que no podemos esperar nada de ellos, ni de los ministros, ni de los legisladores, porque están allí para hacer su juego, que consiste en enriquecer todo lo que sea posible, lucirse con arengas en favor de la Patria y de la sociedad en su conjunto (cuando las cámaras se encienden, claro está), y presentar proyectos de ley absolutamente inútiles e inviables que gozan del beneplácito de un grupo de obsecuentes, que nunca faltan, porque todo rey tiene a sus cortesanos para que el ego y la vanidad se mantengan incluso ante la evidencia de los hechos consumados.

Aprovecho la ocasión para comentarles que me cansé de bajar música, en principio porque he notado que las bandas que prometen un atisbo de novedad no son más que un reciclado de todo lo que se generó musicalmente en las décadas del '60 y '70. Desde luego, puedo hacer alguna excepción ante algún material que juzgue particularmente interesante. Pero mi bolsillo no está dispuesto a invertir en cosas que no me provocan la menor satisfacción. Y tampoco me voy a molestar en usar el Ares para descargar música que nunca voy a escuchar o que es producto de un entusiasmo efímero.

Para novedades, los clásicos: digamos de una vez por todas que Nirvana fue un fraude, lo mismo que Guns N' Roses, mal que les pese a algunos. Sin embargo, no voy a ser tan hipócrita como para negar que nunca los escuché. De hecho, reconozco que los GNR a mediados de los '90 escribieron algunas páginas notables. Escasas, pero notables al fin. Pero si hacemos uso del sentido común, no hace falta ser un erudito para pensar que dentro de 20 años, y estoy siendo generoso en el plazo, nadie se acordará de ellos. Los Beatles, Los Rolling Stones, Pink Floyd, Janis Joplin, Jimi Hendrix y nuestro compatriota Astor Piazzolla son inoxidables y resisten el paso del tiempo. Todos los pendejos que con natural entusiasmo se compran su primera guitarra para castigar al vecindario con sus rudimentarios acordes le deben buena parte de ese impulso por crear algo a los "próceres" de hace 40 años. Tal vez esté exagerando un poco o siendo algo cínico con las nuevas generaciones, pero ese es mi modo de ver las cosas. Punto final. 

Siempre hay una buena excusa

  Cuando pasan varios años sin que te encuentres con alguien y esa persona aparece súbitamente en escena, pueden suceder dos cosas: O que te...