24 de abril de 2011

Como si nada hubiera pasado

Domingo de Pascua en la ciudad. Me reencuentro con el teclado de la PC, y con las ganas de escribir aunque más no sea un párrafo de la crónica diaria. Anoche no hubo demasiada euforia, en parte porque ya no salgo a los boliches, de manera que tomé una cerveza en un bar y eso fue todo lo que hice. Además, el frío ya llegó para quedarse y tengo que comprarme prendas abrigadas, porque las camperas y bufandas que tengo ya han sobrevivido durante largas temporadas los rigores térmicos del otoño.

Así transcurrió Semana Santa, fecha para la cual yo había hecho algunos planes de esparcimiento y relax que no pude concretar por el mal tiempo de jueves y viernes, y porque además tenía que recortar gastos para mantenerme a flote lo que resta del mes. A mucha gente le sucedió lo mismo, y esto se sintió sobre todo en la merma de turistas que llegaron a la Laguna comparados con el mismo período del año pasado. Un signo de los tiempos, y de que los hábitos de la gente van mutando de un modo constante.

Siempre da la sensación de que uno podría haberle sacado más provecho al día. Pero como hablaba con un amigo: "Cuando quiero hacer las cosas que me gustan, no tengo tiempo. Y cuando tengo tiempo, estoy tan cansado que no me quedan ganas". Y así se acumulan libros, diarios y revistas sin leer, quién sabe por cuánto tiempo, hasta que alguien las rescate del olvido cuando ya hayan perdido toda actualidad.

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