23 de junio de 2017

Ordenando el rompecabezas

Fin de semana, nuevamente con mucha humedad en Lobos y pronóstico de lluvia para mañana. Tengo que ponerme las pilas y terminar de escribir cuatro o cinco cuentos que tengo inconclusos, por diversos motivos. Redactar los primeros párrafos es sencillo, luego hay que plantearse el desarrollo del relato y buscar la manera de que no resulte tedioso. Sinceramente, no creo en la eficacia de los talleres literarios: pueden estimular la creatividad o ayudarte a conocer nuevas técnicas, pero a mí no me agrada mostrar el trabajo "en proceso", sino el producto terminado. Cuando el cuento está terminado, se lee, se publica, o lo que sea. Antes no. Hay personas que logran salir del "corset" y escriben textos sorprendentes, donde cada palabra parece haber sido escogida con la precisión de un relojero. Cuando perdés demasiado tiempo buscando sinónimos para no repetir palabras, algo está fallando. Me pasa en este mismo blog, a veces leo notas viejas y pienso que podría haberlas escrito de un modo mejor, más conciso. Pero quién sabe, seguramente en ese momento tenía miles de quilombos y no pude concentrarme en lo que quería expresar. 

Veremos, entonces, si logro concluir esos modestos cuentos, aunque no sea de la mejor manera. Ya vendrán tiempos en que surja la creatividad, en el momento menos pensado. No me gusta forzar las cosas, pero la literatura, como todo en la vida, no es sólo talento, es esfuerzo. Ese laburo arroja buenos frutos si lo cultivás a diario. Nunca intenté imitar a ningún escritor o emular su estilo, siempre hay influencias pero el gran desafío es buscar un estilo propio. Y ello también se hace extensivo a otras facetas: distinguirse, destacarse, es posible. Sin soberbia, solamente a base del trabajo que uno hace a diario y que la gente recibe, cada cual a su modo. Punto final.  

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