Ayer me preguntaron varias personas qué pensaba o qué me
parecían las medidas implementadas por el Gobierno en medio de la zozobra que
es de público conocimiento, pero me fue imposible escuchar el anuncio
presidencial dado que salí temprano de casa y regresé pasado el mediodía. Por
supuesto que posteriormente me informé al respecto, pero sinceramente no estoy
en condiciones de emitir un juicio de valor. No esta vez. Estoy cansado y harto
(como muchos de ustedes), de trabajar y que mi dinero valga cada vez menos.
Además, cada uno de nosotros sabrá hacer un análisis o evaluación de esta “cirugía
mayor” que desde la Casa Rosada se propusieron aplicar. No me voy a sumar a la
psicosis colectiva, por mi salud mental y porque creo que no podemos vivir en
un estado de permanente alteración.
Debo centrar mis esfuerzos en mi economía y finanzas
personales, y al igual que ustedes deberé forzosamente adaptarme a las nuevas
reglas de juego. Vivimos en un país tan imprevisible que no sabemos con qué nos
encontraremos mañana, y en la medida que pueda trataré de seguir adelante pese
a la crisis que ha alcanzado proporciones desmesuradas. No vale la pena, o no viene
al caso, mencionar cómo me está afectando esta situación, porque cada uno de los
sectores menos favorecidos lo están pasando igual. No podemos vivir pendientes
del dólar, es enfermante, y si por momentos me he alejado de la lectura de los
diarios es porque ya sé con qué me voy a encontrar, y necesito preservar una
ínfima tranquilidad aunque todo lo que está aconteciendo conduzca a lo
contrario. Creo que estamos viviendo horas decisivas, en las cuales llegará un
punto donde no habrá anuncio o discurso que alcance para garantizar la paz
social. Pero, insisto, de poco vale mi percepción en esta oportunidad, cuando
todo el tiempo la televisión, la radio y los diarios nos están llevando a un
estado de profunda frustración colectiva. En rigor de verdad, informan sobre lo que nos preocupa a todos, no obstante lo cual algunos medios suponen que se viene el Apocalipsis. Sólo queda seguirla remando, hasta
que pase el temblor. Punto final.