Me estoy recuperando de un terrible resfriado, que se fue
agravando en las últimas dos semanas, con mucha mucosidad en la nariz, tos con flema
y otros detalles que no vale la pena mencionar. Me costaba mucho respirar por la
nariz, dormía pésimo y me despertaba con la boca reseca. Recién hoy puedo decir
que me siento mejor, luego de recurrir a toda clase de remedios que se suelen
tomar en estos casos, sin resultado alguno. Hasta que fui al médico, y me
recetó un spray nasal descongestivo. No fue la solución definitiva, pero ayudó
bastante. El clima cálido de estos últimos 15 días, inusual para este invierno,
me terminó por deteriorar. Pienso que el estrés que suele ganarme la pulseada
jugó un rol clave. Cuando me enfermo, me
pongo de mal humor, peor aún que el habitual. Así que digamos que tuve que
andar moqueando con uno o dos pañuelos, temperaturas de 23 grados, y una
persistente congestión que se resistía a disiparse. Desde luego, lo que me tocó pasar es insignificante comparado con las personas que padecen enfermedades crónicas o discapacitantes. En fin, acá estoy, con más
entusiasmo y ganas de ponerle pilas al laburo. Debo decir que en ningún momento
dejé de cumplir con mi trabajo en este lapso, pero me costaba más esfuerzo
hacerlo.
Este comienzo de semana me encuentra con más expectativas,
tratando de dejar de lado la mufa y el desánimo generalizado que se palpa en la calle y de continuar
haciendo aquello para lo cual me dediqué. Todavía no quiero pensar en la
pérdida de rentabilidad (o ganancia) que he tenido, pero créanme que es
importante y que me va a forzar a ajustar la economía doméstica. Mientras
tanto, sigo adelante, con la premisa de no claudicar ni bajar los brazos ante
los hechos de público conocimiento. Creo que la creatividad es lo que te ayuda
a salir de la crisis, y aunque nunca me consideré muy creativo ni innovador,
tengo elementos a mi alcance para hacerlo. A veces recibo por mail currículums
de gente capacitada para sumarse a mi staff, pero en las actuales condiciones
no podría pagarles una suma digna, y no
me gustaría hacerles lo que en su momento me hicieron a mí, cuando
trabajaba por monedas. Hasta que se dé otra ocasión, sigo siendo yo mi propio jefe, y por consiguiente el artífice de mis aciertos y tropiezos. Punto final.