Tarde de martes en Lobos. Ayer fue una jornada a media máquina para muchos, debido al feriado del Día del Empleado de Comercio, que motivó que la mayoría de los negocios permanecieran cerrados. Creo que el acatamiento fue muy superior a años anteriores. Si no tenías nada en la heladera y elegiste ese día para aprovisionarte, no fue la mejor decisión. Todos los supermercados con las persianas bajas, y los almacenes y despensas de barrio que "se hicieron el día", en muchos casos aprovechando para cobrar por un producto un precio excesivo. Y hoy tenemos un Paro General, de manera que este país es una joda, lleno de protestas y de feriados puente para fomentar el turismo cuando a la gente no le alcanza la plata para comer.
Por suerte, hoy pude conseguir material de interés periodístico para publicar: estuve haciendo entrevistas a dirigentes de la política local, que no sé si aportan mucho, pero al menos por un momento se sacan el cassette de encima y hablan con sinceridad de los problemas que vivimos los lobenses. No puedo dejar de pensar que cada día nos depara una sorpresa, por ejemplo, hoy renunció el presidente del Banco Central, que tuvo un mandato efímero, y como suele suceder, el dólar se disparó de nuevo hasta límites insospechados. Y así estamos, sin reglas claras, con mucha volatibilidad, sin saber bien qué hacer aquel que tiene unos pesos ahorrados y que cada vez valen menos. Nos dijeron que ésta es "la última crisis", pero creo que sobrevendrán varias más ante la incapacidad de entender cómo fomentar el consumo y cómo hacer para que la clase media no vea licuados sus ingresos en medio de la inflación. Los acuerdos con el FMI, históricamente, nunca trajeron beneficio alguno, sino un endeudamiento que perdurará por varias generaciones. El Presidente viaja a Nueva York e intenta convencer a banqueros e inversores de que éste es un país normal, cuando llevamos décadas de atraso y marginalidad, con villas miseria, barrios sin cloacas o sin los servicios básicos, chicos desnutridos, escuelas sin educación.
Tan imprevisible es todo, tan enrarecido es el clima que se respira en la calle, que no sabemos qué pasará mañana, porque así han sido nuestros antecesores también, desconfiados de los anuncios oficiales cuando ven que tienen la soga al cuello o que los tapa el agua por la escasez de dinero. De más está decir que en las condiciones actuales nadie invertirá un solo peso, y seguiremos jugando a la bicicleta financiera hasta que la cadena de especuladores se rompa y entremos en una situación de emergencia social, aún mayor que la que estamos viviendo. Tiempos duros en los que nadie quiere arriesgar un mango. Punto final.
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25 de septiembre de 2018
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