Después de
la tormenta siempre llega la calma. Esa calma que tanto necesitamos en los
tiempos que corren, esos momentos de ocio y distensión que muchas veces tenemos
que postergar. A todos nos hace falta un cable a tierra: dejamos de pensar del laburo por un momento y
nos disponemos a disfrutar de lo que más nos gusta: ver una película, leer un
libro, escuchar tu disco preferido…cada uno a su modo. Por lo general aprovecho
las horas libres para limpiar la casa, o para cortar el pasto del patio. Esto
último me tranquiliza bastante, porque tenés que concentrarte en dejar el
césped prolijo y te olvidás del resto. Y si te das maña, no te lleva mucho
tiempo. Todo depende de la superficie que debas cortar.
Estuve bastante
fatigado estos últimos días porque no podía dormir bien, me despertaba
demasiado temprano y luego no podía volver a conciliar el sueño. Ayer dormí una
siesta reparadora que me vino bien para recuperar energías y aquellas horas que
permanecí desvelado, mientras el resto de mi familia dormía plácidamente.
La semana
pasada, debí pagar una suma importante para renovar el hosting y el dominio de
mi diario digital. Para ser más claros, se trata de la plata que uno debe pagar
todo los años para renovar ante los entes reguladores que la página pueda
seguir estando disponible en la Web. Si no, desaparece. Podría haberme gastado
la guita en otra cosa, pero hubiera sido irresponsable de mi parte haberlo
hecho. Sería arriesgarse a quedarme sin mi principal fuente de ingresos. Ningún
auspiciante me abonaría la publicidad por una página que no se puede ver o que
despareció de repente del ciberespacio.
“Cambiar el
chip”, la forma de pensar, lleva tiempo. Hay que entrenar el bocho para que
podamos otorgarle a cada hecho la dimensión necesaria y no ahogarnos en un vaso
de agua. Descubrir aquellos hábitos que no te hacen bien, y que repetís sin
tomar conciencia de que lo único que lograr es estresarte más y sumirte en un
estado de alteración constante. Total interferencia, como decía Charly en una
de sus más logradas canciones. Es común que nos cueste aceptar que el tiempo ha
pasado, que no podemos hacer las mismas cosas que antes, que hemos envejecido.
Es
inútil pensar en aquello que no hiciste, seguramente esos proyectos no se pudieron
concretar por algún motivo y no fue por una decisión caprichosa tuya. Pero lo
que hay que tratar de mantener es la capacidad de mirar hacia adelante, y de
actuar evaluando causas y consecuencias. Digo esto aun cuando el contexto que
estamos viviendo no sea el más favorable. Por eso, debemos agradecer tener un
techo y un trabajo, ya que muchos compatriotas nuestros no tienen ninguna de
las dos cosas. Quienes han sacado un crédito UVA o hipotecario se encuentran
con que las cuotas cada vez son más altas, por el ajuste de la inflación. Si
las condiciones económicas se tornan más previsibles, de más está decir que será
un alivio para todos, y el acceso al crédito dejará de ser la vergüenza que es
hoy de tener que obtener un préstamo a tasas de usura. Punto final.