Estamos a dos meses del fin de un año que, para la mayoría, no será recordado de la mejor manera, al igual que su antecesor. Sin embargo los logros personales que hemos podido alcanzar no deben soslayarse, porque han sido el fruto de nuestros esfuerzo y de aprovechar las oportunidades. Dentro de lo positivo, puedo mencionar que este año, por primera vez, conduje un programa de TV por RSO (todavía sigo con ello), algo a lo cual le puse mucha garra porque sentía que era lo que me faltaba para despegar profesionalmente. No soy una celebridad ni mucho menos, pero me sirvió para acceder a un público más amplio. Y lo más importante: sin subestimar al espectador. Pensé que me iba a costar más hablar frente a una cámara, pero creo que salió mejor que lo esperado.
Por otra parte, todo lo negativo tiene que ver con la pérdida de rentabilidad o ganancia que debí afrontar, con las deudas que todos tenemos y que estoy honrando pagando siempre al día aunque me cueste. Pensándolo bien, como venía la mano, nadie podía esperar de 2019 otra cosa que lo que estamos viviendo. Al ser un año electoral, uno deposita las expectativas en determinados candidatos, y es importante que el voto de cada uno de nosotros tenga peso, que sirva para algo, que no dejemos pasar la única oportunidad que tenemos para expresarnos como pueblo en democracia. Una democracia que sigue siendo frágil, imperfecta, pero que costó mucho conseguir.
Ser conscientes de que sólo quedan 60 días para decir adiós a 2019, nos hace reflexionar en el tiempo transcurrido, en los avatares que tiene toda familia, en cómo hemos sobrellevado estos 10 meses, en la psicosis colectiva por el dólar, en las sonrisas de dentífrico de los candidatos para posar en los afiches de campaña. Seguramente, el 1° de enero, como suele suceder, nos propusimos metas que no pudimos cumplir, por falta de perseverancia o porque se nos tornó económicamente inviable. Pero a no claudicar: estoy convencido de que el año que viene será mejor, quizás con cierta ingenuidad y sesgo utópico. No obstante, ese convencimiento me pone pilas para redoblar los esfuerzos, para lograr todo aquello que no pude concretar, y para seguir progresando, porque si hay algo que tengo en claro, es que la vida siempre da revancha. Punto final.
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