Tema dos: Cada vez resulta más difícil visitar un sitio de
Internet y recorrerlo íntegramente sin que exista necesidad de registrarse. Un ejemplo es la edición digital de Clarín, aunque quizás no sea el mejor porque la calidad del diario se ha ido a pique. Para tener acceso a todos sus contenidos, se multiplican los “filtros” que el
usuario debe sortear, quien a menudo acepta de buen grado la estafa pues le
aseguran que ello le dará la condición de usuario “Premium”.
Hay sitios web en los cuales tales requisitos puede llegar a
justificarse, por la naturaleza de los mismos. Pero en el común de los casos se
trata de un modo sencillo que los responsables de la página tienen para acceder
al mail del usuario (como mínimo), entre tantos datos que deberían ser
confidenciales. En tiempos donde la usurpación de identidad se ha convertido en
el delito de mayor crecimiento, no me hace ninguna gracia tener que dejar datos
como mi fecha de nacimiento o mi DNI en un sitio de dudosa procedencia. Me
importa un carajo que ellos, los responsables de las páginas, intenten ofrecer
una suerte de garantía con su “política de privacidad”. Esa no es la idea. Yo
no estoy enteramente a favor del anonimato en Internet, porque ello permitiría
que cualquiera pudiera insultar o agraviar impunemente ya sea en foros y demás espacios que impliquen expresar una opinión. Debe existir
una forma de poner límites a la violencia verbal por Internet. En determinados casos,
por ejemplo, creo que todo aquel que desea dejar un comentario en un sitio o un
blog tiene acreditar su identidad para que de tal modo cada uno se haga cargo
de lo que dice. Pero no confundamos las cosas.
¿Y qué me dicen de Gmail? Es el mayor proveedor de e-mail gratuito del planeta. Por supuesto, para acceder a una dirección de mail es necesario registrarse. Ahora bien: me cuesta creer, a pesar de que soy bastante ingenuo, que toda la información que ellos reciben de los usuarios con los miles de casillas de mail que se activan por día no sea usufructuada por nadie. Punto final.
¿Y qué me dicen de Gmail? Es el mayor proveedor de e-mail gratuito del planeta. Por supuesto, para acceder a una dirección de mail es necesario registrarse. Ahora bien: me cuesta creer, a pesar de que soy bastante ingenuo, que toda la información que ellos reciben de los usuarios con los miles de casillas de mail que se activan por día no sea usufructuada por nadie. Punto final.