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4 de noviembre de 2007
LO QUE MATA ES LA HUMEDAD
Detesto el olor a humedad, difícil de definir, por cierto (como todo olor, bah). Es interesante analizar el poder destructivo de la humedad sobre nuestras posesiones más preciadas, y lo poco eficaces que resultan los productos disponibles en el mercado para contrarrestrar sus efectos. Libros, revistas, y diarios viejos son presa fácil de la humedad, que va deteriorando las fibras de papel y arruinando todo el material de consulta que uno se ha resistido tenazmente a tirar con el paso de los años.
Hoy tuve la desagradable sorpresa que comprobar cómo brotaba la humedad de uno de los estantes donde solía guardar unos diarios y revistas, y más que lamentarme por el estado en que quedaron los ejemplares, me pregunté si hay algún modo accesible de evitar futuras pérdidas. Las bolsitas de sílice o las bolitas de naftalina quizá funcionen sólo como meros paliativos, y no constituyen una solución de fondo.
En el caso de las fotos, los álbumes que se consiguen en el mercado ofrecen una lámina plástica que protege la imagen. Creo que se podría idear algo parecido para otro tipo de objetos, cuyo tamaño resulte personalizable y que la persona pueda lo extraer fácilmente cuando desee manipular el mismo, sea un diario o una radio. Una especie de funda, digamos. Quizás sea más práctico y barato recurrir a una bolsa de nylon y cerrarla lo más herméticamente posible.
Una de las principales precauciones que aparecen en los manuales de los aparatos electrónicos consiste en proteger al artefacto de la humedad y del agua. Pero más allá de estos detalles sobre un eletrodoméstico, un artefacto, o un libro afectado por la humedad, lo preocupante es que a nadie le importa que se siga inundando la Capital Federal, la Provincia de Buenos Aires o el Litoral. Esos argentinos sí lo pierden todo: muebles, documentos importantísimos como la escritura de la casa en que viven, colchones, y podría seguir enumerando. No me importan que caigan 100 mm. en un día, alguien se tiene que hacer cargo, porque las inundaciones pasan, la gente se olvida, pero el drama de los damnificados en mucho más duro de enmendar.
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