14 de agosto de 2009

Aprender de los que saben

Encontrar algo para decir cuando ya está todo dicho. Tener impulso creador cuando ya está todo inventado. Estos son, a mi criterio, los desafíos que se imponen las personas que aspiran a trascender de algún modo, en los distintos campos de las artes y las ciencias.
Pensemos que hasta que un artículo periodístico es recogido y comentado por los lectores, hasta que un aparato electrónico se vuelve de consumo masivo, quienes pergeñan la innovación desde la palabra o desde la tecnología son personas anónimas. Y en el peor de los casos se los tilda de excéntricos o locos. Hay novelas que han cambiado la historia de la literatura moderna, hay artículos para el hogar tan comunes en la actualidad, como el televisor, que tardaron años en ser aceptados e incorporados a la vida de una familia, como también sucedió lo mismo con sus creadores.
Por eso es que cuando redacto un nuevo post, no lo hago con la pretensión de ser original, o transgresor. Quizás pueda lograrlo, y yo nunca lo sepa. A menudo somos víctimas de ese deseo por escribir algo revolucionario, por encontrar la palabra justa y precisa, y yo creo que si bien no hay que bajar la guardia y mantener esas aspiraciones como un modelo a seguir, tampoco hay que esperar que se nos caiga una idea que provoque una conmoción. Después de todo, ¿Cuál es el sentido de algo así? Me parece mucho más positivo reconocer nuestras limitaciones, enriquecernos de los saberes de otros, y con esa formación, intentar relanzarnos en cada una de nuestras áreas, oficios, o profesiones.

Vayamos al ejemplo de la TV: ni Pergolini, ni Pettinato, me parecen transgresores, son apenas unos boludos con un buen equipo de producción. El sarcasmo y la ironía no implican ser más inteligente. Por el contrario, estos tipos apelan a esos recursos para generar situaciones de humor que a menudo resultan patéticas. Probablemente han visto (u oído) a los Hermanos Marx, a David Letterman, a Jerry Seinfeld, pero evidencian un intento desesperado y lamentable de "importar" una situación o un sketch a un programa berreta y que cae en el típico recurso de llevar vedettes tontas para luego mofarse de ellas, como si se tratara de una genialidad.

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