5 de febrero de 2010

Primer post de febrero...

Hablar de la inflación en Argentina suena a historia repetida. Durante la década del '90, la inflación desapareció de los titulares periodísticos, pero el costo que se pagó (léase convertibilidad y uno a uno) fue, a posteriori, demasiado alto. El vertiginoso aumento de precios ha sido la causa de que colapsen gobiernos, como sucedió con el de Alfonsín. Generalmente, cuando hay inflación, ésta afecta a todos los bienes de consumo por igual, pero está claro que repercute más en los alimentos. Esto hace que resulte insostenible en el mediano plazo. El Gobierno trata de encubrir la inflación imperante con artilugios tan burdos como la manipulación de las estadísticas del INDEC, o tal vez otorgando esporádicamente un mísero incremento en las jubilaciones. Aunque traiga consecuencias no deseadas, deberíamos sincerarnos y comenzar a emitir billetes de mayor denominación. Porque 100 pesos hoy no son nada para una familia que tiene que abastecerse de los alimentos diariamente.

El dólar alto propiciado por este Gobierno fomenta la devaluación de la moneda nacional y se convierte en una medida tan sectorial como fue el "uno a uno". Antes se impulsaba la importación de baratijas y se destruía la industria nacional. Hoy se ssutituyen las importaciones por productos nacionales de pésima calidad, y se grava con impuestos a los accesorios de informática para que sean ensamblados en Tierra del Fuego. Un claro retroceso a los '80. ¿No existe acaso un punto medio entre el férreo proteccionismo y el liberalismo más radicalizado?

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