21 de septiembre de 2011

Manteniéndose con ganas

Día de la Primavera en la ciudad, un momento propicio para actualizar el blog. Tengo algunos recuerdos borrosos de los picnics que hacíamos con mis compañeros en el Parque para esta fecha, aunque en rigor de verdad lo que nos daba entusiasmo era poder pasar un día sin tener que ir a la escuela. No éramos haraganes ni vagos, simplemente disfrutábamos el hecho de estar al aire libre compartiendo un sandwich o una gaseosa. Pero antes que en la Secundaria, debo decir que para mí, los picnics con los chicos del Jardín o de la Primaria eran lo más. 

Volviendo a la adolescencia, en aquellos años no se percibía una rivalidad entre los distintos colegios que condujera a la violencia, como se ha dado en tiempo más recientes. En realidad, yo nunca me involucré demasiado con estudiantes de otras escuelas, y me lamento de no haberlo hecho porque hubiera sido una buena oportunidad para sumar amigos. Pero me tocaron en suerte compañeros de todo tipo, fue una etapa en la cual los jóvenes y adolescentes éramos un espejo de la realidad del país. A muchos nos costó conseguir trabajo por ese motivo, dado que la desocupación era alta y nadie quería tomar a un empleado sin experiencia. Bueno, no ha cambiado mucho tampoco. Claro está que para tener experiencia, necesitás de alguien que te brinde una primera oportunidad en el mercado laboral, cosa que no sucedía antes. Ahora, no sé como es el tema porque soy monotributista. 

Tema dos: Estoy tratando de recuperar las cosas que siente que me hacen bien, como el hábito por la lectura, las charlas con amigos, el placer por la música. Hace unos días no pude dormir, me desvelé, y entonces se me ocurrió escuchar radio. Y me he dado cuenta de que los grandes periodistas que supieron tener una mirada aguda e incisiva no están en los lugares que se merecen, o han sido reemplazados por locutores que interactúan con los oyentes proponiendo consignas o juegos por teléfono para ganarse un premio. Ojalá podamos recuperar aquellas cosas que nos hacen bien, y darnos cuenta que los adolescentes de ahora no son tan diferentes a quienes nosotros supimos ser. Me molesta cuando se mira con un dejo de soberbia a los pendejos, como si estuvieran totalmente extraviados o como si ya no hubiera nada que hacer con ellos. Se los dejo como reflexión. Nos estamos viendo!

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