Ayer domingo, me tomé la tarde para disfrutar de la pileta del Aero Club en compañía de unos amigos. La pasé genial, en principio porque me encanta nadar y hacía como dos años que no iba. Lo que para muchos resulta un hecho corriente, como ir a la pileta en verano, en mi caso fue distinto. En primer lugar, porque no tengo los recursos para ir todos los días, y en segundo lugar porque hacía rato que tenía ganas de refrescarme con este calor agobiante.
Así, entre chapuzones, mates y medialunas, transcurrió la tarde, hasta que a eso de las 19 hs. decidimos regresar porque ya casi no quedaba gente y además tenía que cubrir un par de notas antes de que concluyera el día. Tengo un amigo que viaja con frecuencia a Mar del Plata pero detesta la playa. Y otro que, aunque nunca me lo dijo abiertamente, intuyo que no sabe nadar. De todas maneras, esta última cuestión no impide disfrutar de la pileta, que generalmente tiene un declive el cual permite ingresar por los sectores menos hondos. En síntesis, ojalá que se repita. Visto y considerando que mis chances de irme de vacaciones son escasas, el hecho de nadar en una suerte de mar artificial no deja de ser gratificante. Punto final.
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23 de diciembre de 2013
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