28 de noviembre de 2014

Algo está retorcido

Jueves por la tarde en la ciudad. Uno va caminando por la calle y se da cuenta de que las obras que se inauguraron rápido, con propósitos electoralistas, se rompen con facilidad. Siempre viene bien "cortar cintas" para la foto, pero una vez concretada la inauguración tan anhelada, ya ninguna autoridad vuelve a pisar el predio. Si hay menores que rompen o dañan espacios públicos, que se tomen las medidas correspondiente y que sus padres paguen por ello. Si no se puede mantener un espacio verde como la Plaza 1810, imagínese el lector qué se puede esperar del Parque Ingeniero Hiriart, que es como 10 veces más grande. Y tiene que haber policías, porque los placeros o cuidadores no tienen esa potestad y por lo tanto no pueden detener a ninguna persona. Esa pasión tan argentina por destruir en lugar de construir, esa voluntad de declarar rápidamente obsoleto tal o cual cosa, definitivamente no conduce a nada. Mientras en otras partes del mundo se preservan los testimonios de nuestros antecesores para que permanezcan en la historia y nuestros hijos los puedan juzgar, aquí eso no sucede. Simplemente porque, como suele decirse, "nadie resiste un archivo". Actores, periodistas, deportistas, viven en permanente contradicción. Son incapaces de sostener un discurso, una idea. Y no hablo ya de una ideología política, sino de fijar posición ante un determinado hecho.

Todos podemos cambiar de opinión, y no está mal que así sea. Lo que no podemos es renegar aquello que dijimos o hicimos. Es bueno arrepentirse o lamentarse de un error, lo necio es negar que hayas dicho eso, como si no hubiera existido. No es cierto que "las palabras se las lleva el viento". Yo tengo memoria y no me olvido de lo que me dijeron, o con qué intención lo hicieron. No podemos seguir creyendo en la buena fe de las personas sin pecar de ingenuos.  Cuando alguien hace o dice algo, tiene una intención determinada, busca provocar un efecto en el otro. Y estaba pensando en otra cosa, teniendo en cuenta el Boca-River que se jugó hoy: Es inconcebible que en un país que se jacta de su cultura y educación, siempre haya muertos a la salida de los partidos de fútbol. Gente herida, apedreada, y lo peor de todo es que los ilusos como yo creíamos que esto se terminaría con Grondona. Lo hechos demuestran que no fue así: Grondona se murió, asumió otro títere al frente de la AFA y sigue la joda. Y mientras el hincha grita un gol, parece que nada más importara. Pero se terminan los 90 minutos y volvemos a la cruda realidad.

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...