11 de septiembre de 2015

Nunca digas adiós

Viernes extremadamente frío en Lobos. Hace un par de días que no publicaba nada, y en rigor de verdad "me dejé estar" un poco. De todas maneras, tampoco es el caso de escribir cualquier gansada. Cuando leo mis viejos posts (a los que ustedes también pueden acceder viendo el archivo), me doy cuenta de cómo han cambiado mis prioridades, mi concepción de las cosas, y hasta mis gustos. Escucho otro tipo de música, no me sorprenden cosas que antes me causaban repulsión, sobre todo porque como las veo tan seguido, me he acostumbrado. 

Aprender a descubrir gestos nobles en quienes nos rodean es algo hermoso, muchas veces la persona que menos esperás es la que te da una mano en momentos de zozobra. Mis últimos textos se refirieron más a hechos de estricta actualidad, pero en esta ocasión me puse a pensar que, gane quien gane las elecciones, poco cambiará si no construimos conciencia cívica. Los políticos no son superhéroes ni villanos, son tipos que ocupan una función, algunos roban y otros no, ganan buena guita según el cargo que tengan, y asumen una responsabilidad que el ciudadano de a pie no tiene. Pero eso no lo exime de ser investigado y juzgado si fuera necesario. Y no hablo sólo de ser juzgado por la Justicia, sino también por todos quienes tengan argumentos para repudiar sus acciones. Hay gente que uno no se explica cómo está en la función pública, y esto no es nuevo, en todos los gobiernos han inútiles que cobran sueldo, no saben nada, delegan en sus asesores, y tienen una linda oficina. Un funcionario no sólo debe ser honesto, sino idóneo. No hace falta tener un Master en Economía, porque está demostrado que todos los Ministros de Economía de este país, que fueron a estudiar al exterior, resultaron incapaces para resolver lo que sucede en su propio país. Punto final.

A la vuelta de la esquina

  Mitad de semana en la ciudad. No sé qué les pasará a ustedes, pero yo ya no me preocupo tanto como antes respecto a situaciones que aparen...