Estamos a casi 10 días de las elecciones, y no se percibe de parte de la sociedad demasiado interés. En parte, es lógico que así sea, si consideramos las pobres propuestas que los candidatos tienen para ofrecer, en su mayoría inviables. Tenemos el famoso "voto útil", que es como apostar al favorito aunque no nos represente en nada, y el "voto vergüenza", el cual consiste en meter en el sobre la boleta de un partido que jamás nos atreveríamos a confesar en público. Esta última modalidad surgió en 1995, cuando se ponía en juego la reelección de Menem, y todos los días aparecían nuevos hechos de corrupción sobre él y sus funcionarios. Pero con la fantasía del "1 a 1" y los argentinos pagando en cuotas endeudados en dólares (o pesos convertibles), el viento de cola indicaba para muchos que era mejor seguir así. De hecho, Menem ganó esos comicios por amplio margen, en primera vuelta. Pero pocos admitían abiertamente haberlo votado.
Con la polarización Macri-Cristina, sucede lo mismo. El descontento social con el Presidente por las medidas que afectan el bolsillo hará que un número importante de electores voten a CFK, en parte por la nostalgia de los subsidios que fueron eliminados, por el impacto que significó el tarifazo macrista, y por el convencimiento de que "antes estábamos mejor". Quienes voten a Cambiemos, en gran medida, no lo harán porque estén de acuerdo con Macri o sus candidatos, sino porque consideran que el kirchnerismo fue lo peor que le pasó al país, y prefieren afrontar el "sacrificio" o la "paciencia" que pide el ideario macrista, aún cuando todos los indicadores económicos sigan sin mostrar una mejora sustancial, concretamente, que se palpe en la calidad de vida de cada uno, con mejores sueldos, más empleo, y todo lo que es inherente al progreso de un país. En realidad, indagar en la razones del voto de cada ciudadano es meterse en una maraña donde hay una compulsa entre lo racional y lo emocional. Por eso los políticos tienen asesores de imagen: un gesto, una palabra de más, puede hacerte perder una elección. Más aún, donde todo se viraliza y replica rápidamente en las redes sociales. Punto final.
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