Me he propuesto escribir tanto como me sea posible antes de que termine el año, y aunque no es de mi agrado hacer "balances", se hace inevitable mirar hacia atrás y recordar el camino recorrido. Este año no ha sido fácil para nadie, excepto aquellos que se manejan en base a la especulación financiera, o que tienen una posición económica sin sobresaltos. Para el resto de los argentinos, fue terrible. Principalmente, porque el malhumor social se potencia y se contagia, de manera que a tus propios problemas, hay que sumarle aquellos que la gente te cuenta, todos relacionados a la falta de plata. Me resulta curioso que me relaten su situación como si yo estuviera ajeno a lo que pasa, o nadara en la abundancia. Quienes me conocen, saben bien que no es así. Pero oscilo entre la queja y cierta dosis de optimismo, generalmente me siento de mejor semblante cuando mi trabajo es reconocido y valorado, como les sucedería a cualquiera de ustedes. Es lindo que la gente te diga que le gusta lo que hacés, pero más aún si se traduce en un rédito monetario. Esas suelen ser las consecuencias de ser tu propio jefe: asumís toda la responsabilidad por una cantidad de guita que no es la esperada.
Alguien podría decirme por qué no me busco otro trabajo. Pues bien, para empezar, ya lo he intentado, y no he logrado conseguir un empleo extra. Además, tiene que ser algo que yo sea capaz de hacer, donde pueda rendir en el laburo y dar lo mejor de mí. Sé lo que es trabajar bajo presión, lo padecí durante mucho tiempo, y llegaba a mi casa súper estresado. Lo bueno que tiene esto es que ahora soy yo quien manejo mis tiempos, y si algo me sale mal me la tengo que bancar. No le puedo echar la culpa a nadie. Eso también es positivo, no ver fantasmas donde no los hay. En el común de los casos, hay que reflexionar antes de salir a buscar culpables por algo que fracasó. Es cierto aquello de que "el que no arriesga no gana", el problema es que acá vivimos en permanente riesgo, por eso la gente toma pastillas para dormir o bajar un cambio. Antes la tele era la caja boba, hoy el aparato bobo es el celular, y todos están pendientes de la pantalla de un teléfono en lugar de pensar en quienes los rodean. Pero esto cambiará en algún momento, llegará otro fetiche que sea el objeto de deseo de cualquiera, y así se irá reinventando la sociedad de consumo, cada vez más incomunicada. Punto final.
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