Sábado por la noche en la ciudad. Recién hace un par de horas que me puedo conectar plenamente, dado que durante el resto del día el servicio de Internet resultó desastroso. Sólo mantengo a Speedy porque me ofrecieron una promoción cuando los amenacé con darme de baja, es el único motivo. Pero a veces se torna desastroso.
La vida a menudo se parece a patear un penal: alguien te eligió para hacerlo (Dios, el destino, tu jefe, etc) y no queda más alternativa que dirimir la situación. Para verlo de otro modo, tenés que tomar una decisión en soledad. Como sucede en el fútbol, puede suceder que la claves al ángulo y sea un golazo, que el balón salga desviado y vaya a parar a las nubes, o que el arquero ataje el disparo. Lo que quiero plantear con esta parábola, es que si te lo atajan, alguien adivinó tu intención y te ganó de mano. Si sale desviado, no fue al objetivo propuesto, vale decir que la decisión que tomaste estuvo orientada sin hacer foco en lo que tenías que resolver. Y si convertís el gol, te sentís Gardel porque acertaste y te fue bien. Al igual que los penales, que muchas veces se dice erróneamente que son una lotería, decidir no es fácil. Porque el guardameta estudia al rival, intuye para dónde va a patear, sabe que en esa instancia se definen muchas cosas. Cuando emprendés la carrera para patear, podés amagar y dejar decolocado al arquero, lo cual podríamos traducirlo como que sos hábil para dar un golpe de timón antes de que el barco se vaya a pique.
La metáfora de los penales, de los famosos "doce pasos", viene a mi mente cada vez que presencio un partido y veo la tensión inevitable entre el que defiende el arco y quien trata de vulnerarlo. El llanto, la angustia, la euforia, todo puede pasar en menos de un minuto. Te tocó patear a vos y en ese momento sólo existen dos personas, aunque el estadio esté lleno de gente. Una vez que ejecutaste el disparo ya no hay marcha atrás, la pelota no irá donde ella quiera, sino donde vos elegiste en base a tu virtuosismo o de tu torpeza. Pero, reitero, hay otro que también busca ganarse la gloria, el arquero. Por lo cual podemos deducir lo siguiente: la decisión que tomes está condicionada a la respuesta de aquellos sujetos directamente afectados de ella. Y como sucede en el deporte, de la euforia al llanto no hay tanta distancia como parece. El jugador que pateó mal seguramente pasará todo el día maquinándose, preguntándose a sí mismo que fue lo que falló. Es lo inesperado, lo imprevisible. Por eso, en la vida 2 + 2 no siempre es cuatro. Punto final.
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