A veces siento que en este blog, aunque lo haya hecho de
manera inconsciente, fui contando la historia de mi vida desde 2005 a esta
parte. Desde hace un par de meses tomé la decisión de "bajar un
cambio" y tomarme las cosas con más
calma, lo cual no es fácil porque a menudo me dejo ganar por la ansiedad y la
estrechez económica que me afecta al igual que al resto, lo cual no deja de preocuparme.
Las oportunidades llegan cuando uno menos se lo espera, pero también es cierto
que hay que tener la intuición necesaria para no dejarlas pasar. En Lobos hay
mucha gente talentosa que merecería un mayor reconocimiento, y por otro lado
hay otros que se creen grandes artistas y son una pantomima, víctimas de su
propio ego. La vanidad se nota muchísimo en un pueblo chico, y trae consigo el
inevitable chusmerío, esa letanía de meterse en la vida ajena y de juzgar a los
demás sin mirarse el ombligo antes. Hagas lo que hagas, igual te van a
criticar, por esto o por aquello. No se puede dejar conforme a todo el mundo,
ni lograr caerle en gracia al resto de los habitantes de "la aldea". Pese a todo, no reniego del lugar donde vivo porque aquí coseché mis mayores afectos y eso te genera un sentimiento de pertenencia difícil de explicar.
En rigor de verdad, lo que digan de mí poco me importa,
siempre que no se metan con mi familia ni con mis acciones privadas. Mi laburo
tiene bastante exposición pública, pero trato de no pensar en eso al momento de
levantarme cada mañana, sino en hacer lo que me corresponde e ir pensando
proyectos e ideas nuevas para no tener la sensación de estar siempre parado en
el mismo lugar.
No es saludable tampoco intentar la aprobación de la
sociedad, porque en tal caso estaríamos cayendo en la hipocresía y la falsedad
de palmearle la espalda a todo el mundo y sonreír, esa sonrisa calcada de una
publicidad de pasta dental que cualquiera puede reconocer que no es sincera. En
eso estaba pensando, mientras me preparo para afrontar con todo el inminente julio.
Hay cosas de esta ciudad que me gustaría preservar, como la tranquilidad y los
amigos de la infancia, pero quienes hemos vivido en grandes zonas urbanas
alguna vez sabemos que hay que tratar de rescatar los pro y los contra de ambas
variables para encontrarle sentido a la ciudad donde vivimos e interactuar con
los demás de un modo inteligente. Si continúo escribiendo en este espacio desde
hace 14 años, es porque lo considero una manera de fijar posición ante
determinados temas, de distenderme saliendo por un momento de aquello que
concita mayor atención mediática. Y pienso seguir estando aquí, detrás de la
trinchera, hasta que yo mismo decida entrar en un impasse. Punto final.