Los insumos que se emplean para el periodismo digital suelen tener un costo considerable, actualmente no estoy en condiciones económicas de comprarme una cámara profesional Nikon o Canon, pero me las rebusco con los recursos que tengo. Las inversiones a realizar para que el trabajo quede prolijo también incluyen el software adecuado para editar y retocar las fotos, de forma tal de otorgarles calidad y nitidez.
Por otra parte, el incidente de la cámara me llevó a pensar cómo uno se desespera de repente ante este tipo de cosas, que pueden sucederle a cualquiera. Un persona extravía o pierde un montón de objetos en un determinado plazo, porque es normal que pase, aunque procures mantener el orden y guardar todo meticulosamente. Si me hubieran asaltado y robado mis pertenencias, mis herramientas de laburo, hubiera sido aún peor porque las chances de recuperarlas serían nulas. Lo que pretendo expresar, es que me hice mala sangre por algo que podría haber ocurrido, y porque en esos momentos no podés tener la cabeza fría para recordar el último lugar donde viste eso que se te perdió en el camino.
De vez en cuando, es bueno dejar el ego en un rincón y
darnos cuenta de que no somos el centro del universo. Dentro de unos años (sólo
Dios sabe), nadie se acordará de nosotros, porque la vida sigue, y como cantaba
Charly García: "Mientras miro las nuevas olas/yo ya soy parte del
mar". La novedad, como sostengo siempre, es efímera, y me puse a pensar en
ello leyendo un ensayo notable de Beatriz Sarlo, "Instantáneas"
(1996). En el libro se aborda el fenómeno de la posmodernidad (en realidad no
sé si denominarlo fenómeno), el reciclaje eterno de la moda, el hecho de que
todo vuelve, como sucede ahora con el promocionado furor de los discos de
vinilo. Quién sabe qué sucederá dentro de cinco o diez años, sobre todo porque
las proyecciones indican que la brecha social se ensancha y hay un grupo
minúsculo de gente que tiene la guita y el resto del rebaño que recibe el
"chiquitaje", las migajas. Sin embargo, esto no es una queja, es una
observación basada en las desigual distribución del ingreso. Pero me estoy
yendo de tema: Sarlo, en el libro antes mencionado, se detiene en la estética
de los shoppings, en aquellos aspectos que hacen de los centros comerciales un
"no-lugar". Podés pasarte el día entero dando vueltas en el Alto
Palermo, al fin y al cabo, a nadie le importa. Lo que importa es que gastes
guita, que consumas: obviamente esto no es nuevo. Pero un shopping (también
denominado "mall"), es el ícono del capitalismo. No importa si sos de
la Villa 31 o de San Isidro, mientras saques la billetera o la tarjeta de
crédito, sos bienvenido. En ese sentido, la lógica del shopping tiene un
particular sentido de "inclusión".
Podría abundar en el asunto, pero prefiero dedicarle más
tiempo a este tema, una vez avanzada la lectura del libro, y sin dejarme vencer
por el sueño.
Para concluir, como podrán inferir, hay pérdidas mucho más importantes que calan hondo, porque son irreparables y no hay consuelo que pueda mitigar la tristeza. No hay forma de volver sobre tus pasos y dar marcha atrás. Lo de hoy fue una mera anécdota que tuvo un buen final, pero me hace pensar en la necesidad cuidar a nuestros viejos y seres queridos, porque no los tendremos para toda la vida, y esas son las pérdidas que más duelen. Quizás, las únicas que realmente merecen padecer dolor. Punto final.