Lo que puedo decir, es que lucho para ser cada vez mejor en mi trabajo, porque el camino se hace al andar. Me alejo de aquello que me molesta y me reencuentro con los afectos y los amigos de siempre, gente buena y que hay que cuidarla porque es valiosa y tiene mucho para dar.
Me levanto temprano, desayuno, enciendo la tele y lo que me
ofrece la pantalla es lamentable. Programas chotos, programas berreta, una
pareja de boludos haciendo comentarios sobre lo que pasó en el programa de
Tinelli de ayer, un cocinero que cree que todos podemos gastar una fortuna en
aceite de oliva, cortes de carne caros, especias, condimentos, etc. Refritos de
series viejas, como El Zorro y El Chavo,
bloopers. Nada que tenga que ver con la realidad, excepto por la
intervención de algún periodista que comente brevemente las novedades de los
casos policiales que adquirieron notoriedad, como la Masacre de Monte. Con lo
que cuesta poner al aire un programa y hacerlo rentable, uno no puede menos que
pensar en el espacio desaprovechado. Cuántas personas están esperando su
oportunidad de darse a conocer, cuántos la vienen remando desde hace años ser
tenidos en cuenta por un canal de televisión. Y quizás sea una espera eterna,
porque hoy todo se ha vuelto extremadamente frívolo y estúpido. No abundan los
programas bien producidos, en los cuales se note una mínima inversión. No se
puede ser tan soberbio como para subestimar a quienes consumen estos productos,
porque la TV por cable no llega a todos los sectores y los canales de aire
siguen cosechando una franja importante de la audiencia. Pero lo que sí puedo
decir es que hay un temor a arriesgar, a brindar una propuesta nueva. Todo los
que vemos en la tele está sustentado en base a formatos que incentivan la
"buena onda", como si la vida fuera una permanente sonrisa. Falta,
ante todo, la posibilidad del debate serio. Dos tipos que discutan en cámara
por algo importante, no por el jurado de "Bailando por un sueño". Por
ejemplo, anoche en el canal de noticias de América hubo un debate bastante
interesante entre un economista liberal cuyo nombre no recuerdo y el referente
de izquierda Jorge Altamira. Se habló de capitalismo, de crisis económica, de
estatización de empresas, en fin, de cosas que nos pueden cambiar la vida de
verdad. Y está bueno que dos personas con ideas casi irreconciliables se
sienten en una misma mesa para exponer lo que piensan y dejar que el
televidente se forme una opinión.
Hay pocos programas periodísticos en la TV abierta, y parece
que estamos demasiado pendientes acerca de "en que lado está" cada
uno. Nos fijamos mucho si Fulano es oficialista, si es opositor, y no nos damos
un tiempo para escuchar qué tiene para decir el periodista en cuestión. Cada
uno puede hacer la lectura que desee de un determinado mensaje, pero no nos
quedemos en la mezquindad, y no renunciemos a nuestros derecho a pensar la
realidad. Cuando dejamos que los demás piensen por nosotros, también estamos
permitiendo que decidan por nosotros. Por ejemplo, el cofundador de Apple,
Steve Jobs, fue noticia con motivo de su fallecimiento. Nadie se preocupó por
explicar cómo llegó a manejar una de las empresas más exitosas del mundo, y
tardíamente se difundieron imágenes de su célebre discurso en la Universidad de
Stanford. Fue un emprendedor, un tipo exigente consigo mismo y con los demás,
quizás demasiado tirano con sus empleados. Pero parece que en Argentina no
"vende" ese tipo de modelos, nos inclinamos hacia la vulgaridad y el
facilismo. Vivimos sometidos por los dictados de un grupo de
"iluminados" que deciden qué se muestra y qué no. Me pregunto si
Steve Jobs hubiera triunfado de haber nacido en Argentina, donde todo el mundo
busca pisarte la cabeza cuando ven que tenés talento y capacidad para algo. Me
pregunto también cuántos minutos de su programación le dedicaron los programas
"mañaneros" a recordar a Steve Jobs, o a tantas personas que nos
sirven de inspiración. Y digo esto porque no hace falta ir muy lejos para
encontrar historias de vida que son motivadoras, y que promueven valores como
la perseverancia y el sacrificio. No es mi intención demonizar todo aquello que
se emite por TV, porque no soy un retrógada o un reaccionario, pero es evidente
que vivimos en una burbuja, y que conseguir información de calidad y con
auténtico rigor periodístico es una tarea cada vez más difícil. Punto final.