9 de Julio, enciendo la tele por la mañana y me entero de que murió Fernando De la Rúa. Sin lugar a dudas, De la Rúa no será recordado de la mejor manera por la historia. Fue un mandatario inepto, incapaz, que recibió un país con una deuda millonaria, mientras agonizaba el "1 a 1". Porque muchos argentinos querían seguir con la fiesta menemista, y él los complació diciendo que convertibilidad se iba a mantener. No supo poner freno a la fuga de dólares, a la creciente desconfianza en un país que había privatizado las empresas públicas por monedas, a precio vil. No me viene a la memoria que haya tomado alguna medida acertada en beneficio de la sociedad, aunque duró tan poco como Presidente, que su paso por la Casa Rosada fue casi un suspiro. En el medio renunció el vicepresidente, se recortaron los salarios a los empleados públicos, De la Rúa tomó la decisión más equivocada de su mandato al designar a Cavallo como Ministro de Economía, y todo estalló por los aires. Y aquí entra a jugar también una historia de conspiraciones y traiciones, como bien documenta Miguel Bonasso en su libro "El palacio y la calle". Alfonsín no conspiró directamente, pero hizo todo lo posible para que Duhalde sea presidente. Después tenemos a los peronistas al acecho, al monje negro radical "Coti" Nosiglia, a Cacho Alvarez, y un grupúsculo que tomaba decisiones en la mesa chica mientras Buenos Aires se incendiaba y se desató una represión feroz que costó 27 muertos. ¿Quién dio la orden de reprimir? Obviamente, De la Rúa no estaba ajeno a lo que sucedía, y menos aún sus ministros.
Lo que vino después es por todos conocido, y el ostracismo del "presidente aburrido" también, se recluyó un buen tiempo porque temía que la gente lo linchara en la calle. Impulsó la flexibilización laboral (léase precarización), a fuerza a coimas o sobornos, que aunque nadie pueda probar con certeza, es un secreto a voces que los sobres circulaban por el Congreso para comprar la voluntad de los senadores díscolos. Un tipo que se jactaba que se había preparado toda la vida para ser Presidente, y cuando finalmente asumió en esa nefasta Alianza, no supo qué hacer ante los reclamos de la gente. De hecho, la misma clase media que lo votó fue a cacerolear a Plaza de Mayo para que se fuera, porque la corrupción se tolera, pero que te confisquen tus ahorros no. Por lo tanto, podemos concluir con que no fue honesto, no fue responsable, y su fragilidad se tradujo en desaciertos que llevaron al hambre a los argentinos. Punto final.
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9 de julio de 2019
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