A veces creo que los seres humanos idealizamos demasiado. Un
caso típico son las anécdotas que se repiten en cualquier reunión. Seguramente
los hechos que narramos, en el momento que ocurrieron, carecieron de toda
importancia y hasta puede que hayamos pasado un mal rato. Sin embargo, el
tiempo pasa tan rápido que vamos "maquillando" ese pasado para
hacerlo más agradable a nuestros ojos.
Los argentinos somos particularmente nostálgicos. Mucha gente se aferra
a determinados momentos de nuestra ajetreada historia para suponer que
"todo tiempo pasado fue mejor". Yo rescato algunas cosas que hemos
logrado como sociedad, tal es el caso de los avances en la medicina, en la
investigación y en la tecnología. Por supuesto no hay que olvidar que vivimos
en el Tercer Mundo y quizás por eso aquí todo llega tarde, desde los
medicamentos hasta las maquinarias. Pero aún así, con todas esas contras que
acabo de mencionar, insisto en mi idea
de romper con el pasado que te esclaviza o te mantiene cautivo. Por mucho que nos esforcemos en recrear un escenario
que nos remite a un mundo en apariencia
ideal, no tenemos la máquina del tiempo, y si así fuera, nos daríamos cuenta de
que no tiene sentido mirar hacia atrás.
Muchas veces suele
decirse que una persona tiene "toda una vida por delante", lo cual
indica que es relativamente joven y que tiene varios años por vivir. Pero
inclusive si yo fuera un anciano, trataría de encontrar algún motivo para que valga la pena estar en este
mundo, más allá de la vejez y de los achaques. Claro está que cuando más cerca
estás de partir de esta vida, empezás a darte cuenta del camino recorrido, que
pudo no haber sido el que quisiste, pero sí el que elegiste. Punto final.