1 de febrero de 2020

Asoma febrero y una nueva etapa de transición

Transcurrió un tiempo sin que escribiera nada en este espacio, en parte porque tenía ideas para hacerlo pero no terminaba de encontrarle la vuelta. No obstante, hoy me motiva el comienzo de un nuevo mes, que se irá rápidamente no sólo porque tiene menos días, sino porque para nuestra percepción también lo sentimos así. Hoy, por ejemplo, que es un día de descanso debido a la escasa actividad periodística, aproveché para dormir un poco más y para escuchar aquellos discos que tenía olvidados en una caja de cartón. Obviamente, es un estado transitorio, porque no hay que bajar la guardia cuando tenés a tu cargo la responsabilidad de informar, que a veces sale de mejor manera que otras. Lo importante es tratar de ser creativo, pero estamos hablando de un diario digital donde el género nota o crónica es lo que más se publica,  y no de una revista que te da mayor margen para titular y redactar de un modo distinto. 


Los días empiezan a "acortarse"... el verano nos castiga con sus últimos latigazos de treinta grados y pico, pero comparado con años anteriores, ha sido bastante benigno. Febrero es un mes  que transcurre entre corsos, carnavales y feriados. Detesto los carnavales, para mí no tienen la menor gracia, quizás me divertía cuando era niño y hasta los primeros años de la adolescencia. Pero ya han perdido su encanto para mí, si es que alguna vez lo tuvieron. Las murgas y comparsas me aburren, en principio porque las que pueden verse por estos pagos carecen de brillo y colorido. A veces, no hay más que agudizar el ingenio para lograr ofrecer un lindo espectáculo, no todo es cuestión de plata. Y otra cosa que me rompe bastante la paciencia es la música brasileña, excepto la bossa nova. Es distintos puntos del país se realizan corsos, pero con un sabor local, no queriendo imitar a las "Scolas do Samba".Y da la casualidad que a la medianoche, cuando me dispongo a dormir (esto puede pasar cualquier día de la semana), se comienza a escuchar el estruendo de los redoblantes de cualquier murga que supuestamente ensaya para lucirse en los corsos. Esto suele durar una o más horas, suficientes para que intentar conciliar el sueño resulte imposible. Es probable que antes no me fastidiara tanto, pero lo que ocurre es que estos muchachos no practicaban su talento para la percusión con tanta frecuencia. 

Tal vez parezca prematuro afirmarlo, pero estamos en plena etapa de transición hacia el otoño, estación que me agrada bastante y que nos brinda la posibilidad de hacer una vida "normal", sin tener que estar encerrado en una habitación con un ventilador a fondo.Los argentinos somos incoformistas y seguramente cuando llegue marzo también no estaremos quejando de algo.  Es que no hay manera de mitigar el calor, que nos obliga a recluirnos hasta que baje un poco el sol, salvo para aquellos privilegiados que tengan una pileta. En realidad, yo tengo una modesta "Pelopincho" que tampoco es un lujo y está relativamente al alcance de cualquiera, pero uno pasa más tiempo limpiando la pileta y echándole cloro al agua que nadando dentro de ella. Otro detalle del verano: todo el mundo parece esperar la misma hora para hacer las compras, para ir al supermercado o donde carajo sea, y hay que hacer colas interminables para comprar las dos o tres boludeces que uno consume a diario. Es la misma historia de todos los años, quizá con protagonistas diferentes, con gente que viene a Lobos porque eligió vivir aquí y otra que se va porque ya no soporta el tedio de la "tranquilidad pueblerina". Punto final.

Un resumen de 20 años

  Al cabo de casi 20 años, puedo afirmar que estoy conforme con las notas que he escrito en este blog. Este año ha sido muy particular para ...