Los días empiezan a "acortarse"... el verano nos
castiga con sus últimos latigazos de treinta grados y pico, pero comparado con años anteriores, ha sido bastante benigno. Febrero es un mes que transcurre entre
corsos, carnavales y feriados. Detesto los carnavales, para mí no tienen la
menor gracia, quizás me divertía cuando era niño y hasta los primeros años de
la adolescencia. Pero ya han perdido su encanto para mí, si es que alguna vez
lo tuvieron. Las murgas y comparsas me aburren, en principio porque las que pueden
verse por estos pagos carecen de brillo y colorido. A veces, no hay más que
agudizar el ingenio para lograr ofrecer un lindo espectáculo, no todo es
cuestión de plata. Y otra cosa que me rompe bastante la paciencia es la música
brasileña, excepto la bossa nova. Es distintos puntos del país se realizan
corsos, pero con un sabor local, no queriendo imitar a las "Scolas do
Samba".Y da la casualidad que a la medianoche, cuando me dispongo a dormir (esto puede pasar cualquier día de la semana), se comienza a escuchar el estruendo de los redoblantes de cualquier murga que supuestamente ensaya para lucirse en los corsos. Esto suele durar una o más horas, suficientes para que intentar conciliar el sueño resulte imposible. Es probable que antes no me fastidiara tanto, pero lo que ocurre es que estos muchachos no practicaban su talento para la percusión con tanta frecuencia.
Tal vez parezca prematuro afirmarlo, pero estamos en plena etapa de transición hacia el otoño,
estación que me agrada bastante y que nos brinda la posibilidad de hacer una
vida "normal", sin tener que estar encerrado en una habitación con un
ventilador a fondo.Los argentinos somos incoformistas y seguramente cuando llegue marzo también no estaremos quejando de algo. Es que no hay manera de mitigar el calor, que nos obliga a
recluirnos hasta que baje un poco el sol, salvo para aquellos privilegiados que
tengan una pileta. En realidad, yo tengo una modesta "Pelopincho" que tampoco es un
lujo y está relativamente al alcance de cualquiera, pero uno pasa más tiempo
limpiando la pileta y echándole cloro al agua que nadando dentro de ella. Otro
detalle del verano: todo el mundo parece esperar la misma hora para hacer las
compras, para ir al supermercado o donde carajo sea, y hay que hacer colas
interminables para comprar las dos o tres boludeces que uno consume a diario. Es la misma historia de todos los años, quizá con protagonistas diferentes, con
gente que viene a Lobos porque eligió vivir aquí y otra que se va porque ya no
soporta el tedio de la "tranquilidad pueblerina". Punto final.