8 de marzo de 2012

Escuchando a Iron Maiden...


Tarde de jueves en la ciudad. Recuerdo que hace unos años escribí un post sobre las "buenas personas" que nos rodean y la dificultad para hallarlas e interactuar con ellas. Pareciera que estamos condenados a convivir con gente tóxica, que nos hace daño porque todo el tiempo están envidiando nuestros pequeños y esforzados logros. Además, no ven al éxito ajeno como un estímulo, sino como una forma de envenenarse el alma con resentimiento.

Debo admitir que yo siento envidia muchas veces, pero nunca dejo que ese sentimiento negativo me paralice o al menos, no lo llevo a un nivel que perjudique a nadie más que a mí mismo. Me hago cargo de mis frustraciones, si es que las hay, y trato de no racionalizar demasiado en el éxito de los demás. Seguramente habrán hecho méritos para prosperar, pero a menudo uno no puede contenerse ante un hecho que considera injusto. Por ejemplo, una persona que alcanza todo lo que uno siempre anheló sin haber hecho nada para merecerlo. Conozco muchos casos de esas características, se los puedo asegurar. Primero sobreviene la bronca porque el otro logró cosas que uno está lejos de alcanzar. Luego aparece la frustración por sentir que el esfuerzo propio no fue suficiente para esas metas que un tercero concretó tan fácilmente. Por lo general, yo no envidio bienes materiales: el auto, la casa, y todo eso pueden ser importantes pero no me interesan. Sí me gustaría formar una familia, en armonía, y ser feliz dentro de mis aspiraciones profesionales. En realidad, creo que es más fácil, en un mediano plazo, comprarse un auto que tener una esposa e hijos. Para esto último, no se han creado todavía préstamos o créditos. Simplemente, depende del camino que recorra cada uno para salir de la melancolía.

No es extraño pensar "cómo es posible" que Fulano o Mengano se hayan vuelto personas exitosas, sobre todo cuando están acostumbradas a llevarse el mundo por delante con su prepotencia, tratando al resto de los mortales como si fueran basura. Y es entonces cuando uno se pone a pensar si no será necesario ser un forro o un hijo de puta para lograr esa ansiada seguridad económica. Pero no quiero ser una de esas personas paranoicas, que todo el tiempo están pensando que alguien las quiere cagar. Me sentiría un neurótico si me comportara de esa manera, y además no es sano para nadie. La envidia, tema que dio origen a este post, siempre vuelve de alguna manera, y el único perjudicado no es ni más ni menos que el propio envidioso. Punto final.

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