Fin de semana largo en la ciudad. Sé que
mucha gente tiene una posición tomada a nivel ideológico sobre determinadas
cuestiones, y no me interesa en absoluto que cambien de parecer, o convencerlas
de lo contrario. No puedo perder tiempo en discusiones que no conducen a ningún
lado, lo que sí me molesta es que, a la inversa, pretendan cambiar mi forma de
pensar. Puedo aceptar consejos de amigos y o de mi familia, no de cualquier
persona que persigue otro fin para lograr persuadirme.
Me informo
de lo que sucede a través de medios que considero confiables, ya sea desde el
celular o la computadora. No creo que vuelva a comprar un diario en papel.
Trato de dirigir mi atención hacia la literatura, y asumo el desafío de leer
libros complejos o que no son fáciles de digerir. La vida va colocando a cada
uno en su lugar, me refiero a que es normal que aquello que hacías hace 10 años
ya carezca de todo interés y ahora tengas otras afinidades. Me preocupo en
cuidar mi salud, en verme bien para sentirme mejor yo, no para el elogio de
terceros. No quiero que los achaques de la edad empiecen a aparecer antes de la
vejez, si es que llego a esa etapa.
Mantengo
una forma de vivir sencilla, sin lujos ni vanidades, y aun si tuviera más plata
eso no me cambiaría. De hecho, hubo un tiempo
que supe ganar bastante bien y pese a ello continué actuando de la misma
manera. Quizás viajaría más, es un tema pendiente, cuando se levante todo esto.
Le doy al
celular la importancia que considero necesaria, que es básicamente para estar
comunicado, no estoy todo el tiempo con la pantallita en las redes sociales. Sin embargo, en este contexto, la conectividad no deja de jugar un rol preponderante. Ya no se puede visitar a los amigos como antes, o celebrar un cumpleaños a todo trapo. No hay lugar para ningún tipo de reuniones presenciales.
Me he
vuelto más abierto a otras opiniones. Hay momentos cruciales en los cuales eso
te puede ayudar mucho. No soy el dueño de la verdad, nadie lo es. Hay fenómenos
que la ciencia no puede explicar, pero las religiones tampoco. Cuando algo no
me “cierra”, pienso que es parte de nuestra naturaleza humana el hecho de vivir
ante cosas que carecen de explicación.
Pienso que
esta pandemia sirve para replantearse aquello que consideramos realmente
importante, y es otorgar un orden de prioridad distinto a lo que veníamos
haciendo. Ese sería el principal aprendizaje.
Cuando se
habla de “ser auténtico”, yo lo tomo como una manera de ser fiel a vos mismo,
así lo he entendido siempre. Aunque sé que a veces nos traicionamos casi sin
darnos cuenta. Vamos cediendo terreno y un día cualquiera, ves cómo te cargaste
encima un montón de prejuicios o posturas extremista que en realidad no te
pertenecen. Otro te fue pasando toda esa bosta, la famosa gente tóxica. Estar
media hora tomando mate con ellos es
terrible, sólo siembran odio y rencor. Pero uno elige de quién rodearse, y si
hay compañeros de trabajo, de oficina o de lo que fuere que son detestables,
hay que procurar pasar el menor tiempo posible con ellos.
Recuerdo la
vieja sentencia que repetían mis abuelos: "este país no cambia más". Es
algo que se va haciendo carne con dolorosa convicción. ¿Tendré que cederles la
posta a mis futuros hijos, y demostrarles que nuestra generación también
fracasó y que no pudo, o no quiso, cambiar este sistema corrupto e ineficiente?
¿Con qué con qué argumentos les vamos a explicar que les dejamos un país al
borde de la fragmentación social, con fuerzas de choque, legisladores
inoperantes, saqueadores, coimeros, asesinos a sueldo y estafadores de la peor
calaña? ¿Desde cuándo los intelectuales o pensadores de medio pelo se definen
como “anticuarentena” y asumen el rol de defensores de la República?
¿Es que
nadie se da cuenta, o a nadie le importa, que en la Argentina se vive de
prestado y que el "sálvese quien pueda" sigue más vigente que
nunca"? El que busca “salvarse”, se caga en el resto, pese a que quiera
disfrazar ese anhelo individual bajo una causa colectiva. No es así.
En estos
años de democracia no hemos demasiado. Llevamos casi 37 años de democracia
y no hemos sido capaces de aprender la lección, de darnos cuenta de que el
enfrentamiento y la maldita grieta nos condujo a la página más negra de la historia
argentina. Las cartas están echadas y en definitiva no somos más que un
engranaje de la máquina de "Argentina S.A", que podría ser una empresa que se
declaró en cesación de pagos en 2001 y que ahora cree ingenuamente que por
haber zafado de un nuevo default ya estamos en camino a la normalidad. Por supuesto, dejando de lado la situación sanitaria, que podría haberle tocado en suerte a cualquier gobierno. Como diría un amigo, "esta película ya la vimos". Punto final.