Sábado por la tarde en la ciudad. Estoy redactando estas líneas a los ponchazos, porque la computadora no me está funcionando bien, y el técnico me avisó que recién podría venir a revisarla el martes. Razón por la cual me las estoy arreglando como puedo, gracias a la ayuda de mi viejo que conoce un poco más que yo. Como estamos observando con estupor día tras días, el riesgo de las tomas de terrenos es real y concreto, ya dejó de ser una posibilidad remota. Cada día hay más predios que son víctimas fáciles de los usurpadores. Los vecinos tienen que estar avisando a la Policía casi constantemente porque una vez que esta gente se mete y empieza a construir, la sensación que uno tiene es que no los sacás más. Por ejemplo, en el terreno de la calle Belgrano, ya se está construyendo una casa de material, y los okupas se engancharon de la luz. Esto último, sin medir las consecuencias del peligro que significa para ellos mismos sufrir una descarga eléctrica subiéndose a un poste. Me la impresión, de que todavía no tomamos dimensión de la gravedad de lo que está pasando. Y de la inoperancia del Estado Municipal para poner fin a esta escalada. Las fuerzas de seguridad están actuando correctamente, desalentando o disuadiendo a los usurpadores hasta tanto la Justicia se expida y permita desalojar los predios que aún se encuentran ocupados. Si bien es cierto que en 2014 hubo una toma de terrenos en Las Tosquitas, si mal no recuerdo, fue a partir de este año que empezaron a crecer exponencialmente.
Esto puede terminar de la peor manera, si no se acciona con un consenso de todos los partidos políticos de nuestra ciudad. Si el oficialismo quiere atenuar el costo político de una medida que supone inpopular, el único atajo que le queda es crear una mesa de diálogo para emitir un documento conjunto que fije posición sobre lo que está ocurriendo. Esto es posible de realizar, pero dudo que lo vayan a hacer.
Las autoridades deben saber que la represión dentro de los marcos legales debe ser aplicada como única forma de restituir las tierras a sus legítimos dueños. De más está decir que debe ser el último recurso, agotadas otras instancias. Sin embargo, no hay que rasgarse las vestiduras por esto, ni perder tiempo en acusaciones sin fundamento. Esta es la última nota que dedicaré a referirme a las usurpaciones, porque creo haber expresado mi punto de vista, que puede ser compartido (o no) con los lectores. El COVID en Lobos quedó relegado a un segundo plano ante el avance de las tomas, que como mencioné antes, no creo que sean de manera espontánea.
Ahora bien, hablando a nivel “macro”, los diarios de mayor
circulación (especialmente Clarín y La
Nación) fueron muy complacientes con el gobierno de Macri, y recurrieron a
miles de eufemismos para ocultar la realidad. Lo que más me preocupa, es que
tengo la sensación de que no hemos aprendido nada. Pasamos por la peor crisis
de la historia, pero seguimos equivocándonos, esperando que el Estado nos
brinde todo, no esforzándonos por alcanzar metas propias. Ojo, el Estado NO
puede estar ausente y debe asistir a quien lo necesita, pero ello conforme a un
diagnóstico preciso de la realidad, y atendiendo a la coyuntura, que es de
carácter excepcional.
La mentalidad del argentino promedio sigue siendo la misma
que en 2001. Como escribí en un post anterior, no nos importa demasiado del
otro, mientras estemos bien nosotros. Toleramos la corrupción y sólo
reaccionamos cuando nos tocan el bolsillo. Somos el país más
"anti-americano", pero en secreto más de uno desearía irse a vivir a
EE. UU. Y, por supuesto, añoramos los tiempos del "uno a uno", de la plata dulce, muchos gozaron de los viajes al exterior, las boludeces importadas, y tantas otras
cosas que nos hicieron creer que pertenecíamos al Primer Mundo. No tenemos
humildad para reconocer que somos un país pobre, uno más del montón, dentro de
América Latina. Todavía nos creemos superiores en varios aspectos, y no nos
damos cuenta de que eso nos hace ignorantes. Por supuesto, hoy estamos mejor
que en 2001, pero el precio que tuvimos que pagar fue demasiado alto. Ojalá
algún día nos demos cuenta de que nosotros somos artífices de nuestro propio
destino, y que todo lo que ocurrió tuvo que ver con nuestras decisiones. Punto final.