Sábado por la mañana en la ciudad. Asomó el sol pese a que hace frío. Todo parece indicar que será un día tranquilo. Me levanté más tarde de lo habitual porque olvidé activar la alarma del celular, y me cebé unos mates. Los primeros minutos del día uno permanece con la mente en piloto automático, salvo que tengas problemas o preocupaciones que te lleven al nivel de no poder despegarte de eso. El período de sueño también influye, si soñaste algo muy traumático o que te trae recuerdos desagradables, cuando entrás en la lucidez y se termina ese viaje onírico, la pesadilla se queda flotando por tiempo indeterminado. Muchas veces me ha pasado que intenté dormir una siesta, y me he despertado dos o tres horas después con la sensación de no haber descansado en absoluto, es más habitual de lo que parece. Qué se yo, por lo menos te sirve para jugar algún numerito en la Quiniela, aunque no me gustan los juegos de azar.
Pero lo que menos me gusta, y que trato de evitar, es perder el control de mis actos. Básicamente, esto significa que la emoción no se imponga sobre la razón. Cuando eso no ocurre, hacés gastos inútiles, reaccionás de un modo excesivamente agresivo ante personas que nada tienen que ver con lo que te pasa, tenés impulsos que normalmente lograrías reprimir. No se preocupen, no soy un asesino serial ni un delincuente: nos pasa a todos. Algunos pueden manejarlo de mejor manera, otros no.
Cuando trabajás bajo presión, puede que te salga bien lo que estás haciendo, pero no es lo más frecuente. El acoso laboral ha existido desde siempre: Si tenés a un jefe que te está respirando la nuca, no vas a rendir bien, porque sentís una exigencia desmesurada ante lo que te están imponiendo. Pero como todos necesitamos ganar guita, el común de la gente tolera esto aunque su salud mental esté hecha trizas. Discutir con jefes o supervisores no conduce a nada bueno, puede ocurrir que te echen, o que la relación se vuelva más hostil. Entonces pasa que terminás la jornada laboral, vas a tu casa a encontrarte con tu familia, y te descargás con ellos, que están totalmente ajenos a lo que te tocó atravesar. O si lo saben, es muy poco lo que pueden hacer. Claro que si podés te tragás la bronca, pero -a largo plazo- es peor aún.
Yo pasé por muchas situaciones similares a las que estoy describiendo, y muchas veces pensé: "no voy a enfermarme por un hijo de puta que me haga la vida imposible". Ojo, también me tocó laburar en relación de dependencia con gente muy buena, y de la cual guardo el mejor de los recuerdos, sobre todo porque te permitía desarrollarte y crecer profesionalmente (cualquiera sea el puesto que ocuparas). Pero no abundan.
Si trabajás con un grupo numeroso, nunca falta el alcahuete que quiere quedar bien y es capaz de ensuciar a los demás para cumplir su cometido. Son pobres tipos que no entienden cómo funciona la cosa. Acá en Lobos, no hay laburos con posibilidades de ascenso a nivel jerárquico, ese es uno de los motivos por los que no tiene sentido conviertirse en un chupamedias, además de que lo veo como un sometimiento no forzado. Es decir, esa persona intenta dar rápida respuesta a cualquier estupidez o capricho del jefe en cuestión, pero éste nunca le pidió que asumiera esa actitud.
Ya es de noche en Lobos, y el frío se siente más crudo que con las primeras luces del alba (pese a que el termómetro marca 12 grados), principalmente a causa del viento helado que te pega en la cara. Aunque hasta ahora, creo que sólo hemos tenido 7 o 10 días, como máximo, del ola polar. Quedan muchos meses por recorrer y cada estación del año tiene su atractivo, inclusive el invierno, que cosecha opiniones a favor y en contra. Por lo pronto, procuro mantenerme alejado de la estupidez y de la pérdida innecesaria de tiempo. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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