Una de las facetas que más me gusta de mi laburo es hacer entrevistas. De hecho, no me importa tanto el impacto que pueda tener en cuanto a los lectores. Y me gusta, porque es producción periodística propia: Me encargo de todo, desde elegir el lugar de común acuerdo con el entrevistado, hasta desgrabar, editar las fotos, y finalmente publicar el contenido. En el caso del programa de tele que hago, es el formato propio del ciclo televisivo, pero para mi diario digital se vuelve más complejo.
Pero a una entrevista, en el proceso de desgrabación, hay que pulirla miles de veces respetando el contenido original, y tratar de que sea comprensible. Básicamente, no es ni más ni menos que reproducir lo que dijo la persona que elegí para dialogar. Y si lo que vos hacés es un trabajo profesional, y encontrás el "gancho" para que esa nota sea atractiva e invite a leer, el vecino va a sentirse con ganas de conocer lo que vos escribiste. Ya perdí la cuenta de la cantidad de reportajes que he hecho en los últimos 20 años. Nunca falta un funcionario o autoridad que, cuando lo ponés contra las cuerdas, reacciona de forma hostil, o con destrato. Pero el que queda como un intolerante es él/ella, no yo. Nunca respondo a esas provocaciones.
Siempre conservo algún reportaje "en parrilla", porque hay días donde la actividad no abunda y es una buena manera de ofrecer algo distinto, siempre que no pierdan actualidad. Se puede "aggiornarlos", pero de ninguna manera desvirtuar el contenido o desvirtuar lo que tu entrevistado te dijo. Que otros lo hagan, no corre por mi cuenta, somos todos grandes y ya sabemos qué es ético y qué no. Hay muchos recursos para explorar la creatividad, que vas aprendiendo con el tiempo. Pero lo más importante, es no traicionar a quienes depositaron tu confianza en vos al aceptar ser entrevistados. Porque si lo hacés, te vas a acusar de tergiversar sus dichos, con justa razón.
Uno a medida que avanza la charla, va viendo hacia donde va encaminada, y si es necesario repreguntar o no. Si a quienes te leen no les resulta del todo claro, o es confuso, hay que repreguntar para evitar que se convierta en un monólogo que no dé lugar a nada. Si el periodista percibe que una nota tiene sabor a poco o no aporta demasiado, más aún lo va a advertir el lector.
Yo compito sanamente con mis colegas, pero creo que, ante todo, compito contra mí mismo, porque he corregido notas hasta 10 o 15 veces para darles la forma al darme cuenta de que no me convencían del todo. Lo que más deseo a futuro, es seguir mejorando en mi profesión, y nunca se me va a caer el sombrero para retractarme si me equivoqué con algún detalle. La búsqueda por brindar más y mejor periodismo, en Lobos o donde sea, nunca se abandona. Mis principios serían esos, y mis fines (o mis finales, porque cada etapa tiene un final), podría resumirlos en seguir consolidándome con lo poco o mucho que pueda hacer para no defraudar a quienes confían en mí. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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