Arrancó la semana: Lunes con mucha actividad, y algunas complicaciones que el común de los lobenses debimos padecer, corte de luz mediante, el cual se extendió desde las 19:53 hasta las 22:09 (casi dos horas, sin entrar en números finos). Pero como en esta zona ya estamos acostumbrados a que eso suceda de vez en cuando, con mi familia tratamos de remarla lo mejor posible, por suerte disponíamos de unos trozos de vela para poder cocinar la cena y otras diligencias, como ir al baño, o ir preparando la ropa para el día siguiente. Cada placard es un mundo. Tengo un montón de ropa en buen estado que intentaré vender o en todo caso voy a donar a alguna institución, porque aumenté de peso y ya me queda chica, y a su vez debería comprarme un par de jeans que coincidan con mi fisonomía actual. Ya va llegando el momento de rescatar del olvido a los pulóveres, antes de que las polillas terminen por dejarlos hechos un colador.
Mentiría si quisiera atribuir la causa de todos los males (a título personal) a esta mierda del corte de luz, porque a decir verdad no ha sido un día particularme malo: El clima estuvo agradable durante buena parte de la jornada, logré hacer un par de notas, le metí pilas. Una breve siesta después de almorzar y nada más. Ir pagando deudas de a poco, trámites y mandados varios que son propios de cualquier persona que no pueda delegarlos en un cadete. Un rato para escuchar música y distenderme de aquello que en los días previos me tuvo de pésimo humor, por decirlo de un modo elegante.
Estuve en la feria que se hizo en el predio de la Rural, porque prioricé el interés de los lectores antes que el propio. Paso a explicar: Se trató de un evento privado, y nadie se contactó conmigo para ofrecerme un mango en concepto de publicidad. Sin embargo, como sabía que iba a convocar mucha gente, hice casi 6 kilómetros en bici (ida y vuelta) para ir hasta allá, cumplí con mi trabajo, y de alguna manera contribuí a que la gente que se enteró por mi diario, pasara un finde distinto. Ese fue el objetivo, no otro.
Ahora bien, como he dicho más de una vez, cuando empiece la campaña política, no se salva nadie. El que no ponga la plata, puede hacer o decir lo que desee, pero el espacio que le pienso dedicar es cero. Y si bien todavía falta, recibo algunas publicaciones que pretenden que vos las publiques "de onda", cuando se nota claramente un fin proselitista. Afortunadamente, el alcance que tiene mi medio de prensa va creciendo sostenidamente, y eso es un detalle no menor que cualquier auspiciante debe saber. Yo pongo un precio por el aviso, podés estar de acuerdo o no, o inclusive puedo aceptar negociarlo, pero en resumidas cuentas, el espacio publicitario no se "regala". Un kilo de carne cuesta 1.000 pesos, ¿Qué pretendés, o acaso vivís en otro país? El tarifario que cada medio de comunicación aplica, por lo general se ajusta a la inflación, es lo más lógico. Porque yo también tengo que vivir y mi poder de compra no es el mismo. Vale decir, la pérdida del poder adquisitivo es constante. Todo comerciante o empresa que comprenda algo tan elemental a los efectos de hacer publicidad, no va a tener problema en ser cliente mío. Habrá quien no lo entienda así, pero como es tan evidente lo que estoy expresando y es de público conocimiento, quien no lo comprenda quedará atado a su propia suerte. Yo vendo información, no a mis lectores, sí a mis auspiciantes.
En fin, exceptuando el apagón y todo lo que ello trae aparejado, este "lunes negro" (como aquel de Wall Street) transcurrió dentro de lo normal. Lo que me quedó pendiente es retomar la lectura, estoy leyendo un libro de un autor chileno que me interesó bastante, y creo haber leído ya un centenar de páginas o poco más, pero desde hace unos días el señalador está "clavado" en el mismo sitio. También estoy leyendo una compilación de textos de Jorge Lanata (el libro se llama "Vuelta de página" y es de 1997), antes de que dejara de ser un periodista serio y creíble. Lo mismo cabe para Majul, pero no tengo interés en entrar en polémicas. La verdad es que si yo hubiera estado en el lugar del Gordo Casero, probablemente lo hubiera boxeado, al mejor estilo de "Mauro Viale vs. Samid". Casero tiene muchas cosas que no comparto, pero el tipo estalló de bronca con toda razón, cuando se dio cuenta de que lo estaban boludeando.
Pese a todo lo que se le pueda cuestionar, es mucho más talentoso que Majul, no sólo para hacer humor, sino para comprender lo que es la calle. El político argentino promedio no tiene calle, no sabe cuánto vale el boleto mínimo de colectivo, de tren o de subte, que son las formas de viajar de los laburantes. Si lo sabe, es de puta casualidad, porque el Ministro de Transporte le preparó un informe.
Lo más irónico es que, al mismo tiempo que quieren acercarse a la gente a la caza de votos, van perdiendo contacto con la realidad y no saben ni dónde están parados. En la vereda del sol, seguro que no. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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