Martes por la noche en la ciudad. Hasta ahora la semana viene tranquila, realmente más no puedo pedir. Logré cumplir con lo que tenía previsto en agenda, y eso refuerza mi impresión de que los lunes, cuando la rueda vuelve a girar, tengo mejor predisposición que los domingos. Nunca me puse a analizarlo de un modo concluyente, pero todo me hace pensar que es así.
El domingo puede tornarse día largo y aburrido, y el exceso de tiempo libre nunca ha sido de mi agrado, excepto que esté muy cansado y lo destine a dormir. Cada uno encontrará algo que valga la pena hacer según sus intereses. Pero es bueno recargar las pilas luego de emprender una actividad que, sea la duración que fuere, insumió concentración, desgaste, o agotamiento. Como ustedes gusten llamarlo.
En mi caso, el trabajo se disfruta en la medida que siento que estoy entrevistando o dialogando con una persona que se expresa con fundamentos, que tiene conocimientos, y que constituye buen material para una nota periodística. Por suerte, todavía queda gente que reúne ese perfil, y en más de una ocasión uno las descubre casi por casualidad porque nadie las tuvo en cuenta antes.
Lo que nos pasa a todos, es que la tranquilidad o estabilidad emocional que podamos conseguir, inevitablemente se ve alterada por factores externos. El miedo, o la incertidumbre, son innatas al ser humano, pero no quiero ponerme filosófico.
Es la economía, estúpido. Bill Clinton dixit. No vivimos en una burbuja, y si lo hiciéramos, el impacto de la realidad cuando salimos del cascarón, sería peor conforme van creciendo los malos pronósticos de la economía. Esta crisis que nos entregan los "genios" del Balcarce 50, un combo de devaluación e inflación, ¿puede llevarse puesto al gobierno de Fernández? Por ahora es una suposición, un rumor, mucho no se sabe. El dólar sigue escalando, y el traslado de la cotización de la divisa a los precios en pesos es casi inminente. Es superministro Massa, se ha convertido en la torpe pantomima de un superhéroe de capa caída. No hay demasiado que pueda hacerse para atenuar el impacto de ahora a cuatro meses, cuando lleguen las PASO. Y en el hipotético escenario de que el oficialismo gane, no resolverá nada en absoluto. Los más sensatos ya se disponen a renunciar y a emprender la retirada. Si la economía llega a agosto de la peor manera, CFK también sabe que se juega su futuro político, el sueño de un tercer mandato se volverá cada vez más lejano y preferirá autoexcluirse antes que exponerse a una derrota aplastante.
Quizás sea prematuro para vaticinar un contexto de hiperinflación, pero al paso que vamos, no hay señales concretas y creíbles de que esto se vaya a encaminar. Por otra parte, mientras sigan apuntando a "la clase media" o a "la derecha" como los ejes del mal en cada discurso o que cada tuit, no hacen más que potenciar el descontento generalizado. A nadie le importa ni le interesa lo que ellos pretenden caracterizar como derecha, en un país donde se ponen el traje de defensores de los intereses del pueblo o de salvadores de la Patria según cómo les convenga. Si apelamos al sentido común, nadie les cree. El problema es que hay gente que carece de esta virtud y elige abrazar una ideología como si se tratara de una cuestión de fe, dicho esto sin subestimar a nadie. El meollo del asunto, insisto, está en seguir votando partidos en lugar de analizar lo que cada candidato vaya a proponer, más allá de que si asume termine haciendo todo lo opuesto. Imaginemos a la democracia argentina como si fuera una persona: Ya tiene 40 años, ya está "grande" para salir de joda o ir experimentando con espejitos de colores. También sabemos que, si el que asuma se propone hacer cirugía mayor, será a costa del pueblo el sacrificio para el "paciente" se recupere alguna vez del coma. Ellos, que integran la casta política, nunca pierden, tenelo por seguro. Si continuamos en este proceso de autodestrucción, el final es más que anunciado, porque carecemos de rumbo. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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