A veces pienso: No es que yo me repita en determinados tópicos caprichosamente, sino que es la historia (o sus hechos) los que se repiten como consecuencia de la desidia y el desinterés de dar un cambio de rumbo. No me importa si la historia, como dicen algunos, es cíclica, triangular o rectangular: Sólo sé que desde comencé a escribir en este blog, he escrito palabras como "inflación" o "crisis" cientos de veces. ¿Nunca vamos a salir adelante por un lapso más o menos significativo? Todo me hace suponer que no, a riesgo de ser pesimista. En un año los datos estadísticos pueden indicar que la pobreza disminuyó, y al año siguiente esa cifras suben considerablemente. Tampoco importa quién gobierne, ni cómo lo haga. Antes de 2005, sucedía lo mismo.
Los más chicos no recuerdan al famoso "1 a 1", o no lo vivieron, pero así nos fue por convalidar con el voto una fantasía que en cualquier momento iba a explotar. Votamos con los candidatos que se presentan en cada elección, obviamente, y cada uno elige al que considera menos peor. Es lamentable tener que decidir así nuestro destino, pero es lo que me pasa a mí y a mucha gente. El que tenga un prontuario más "limpio" es el que yo puedo llegar a votar, y seguramente si termina ganando hará algo similar que los que no antecedieron: Robar y hacer "caja" para favorecer a su séquito y así tener plata fresca para una próxima campaña. Meter sin escrúpulos a toda clase de familiares y amigos ocupando cargos de privilegio, y con jubilaciones ídem a futuro. Buscar como primer objetivo obtener la mayoría en Diputados y Senadores para así librarse de todo obstáculo. Si lo consiguen, hasta el proyecto más disparatado puede convertirse en Ley. El pueblo que los votó y también aquellos que no, es testigo de esas maniobras descaradas. Creer que con un sistema democrático se pondría fin a la corrupción fue una ingenuidad. Por supuesto que sigo prefiriendo esto antes que a una dictadura o cualquier régimen totalitario.
Tal vez yo, mientras estoy escribiendo esto, y con mis modestos recursos, deba considerarme afortunado en contraste con millones de argentinos que la están pasando infinitamente peor. Pero no quiero caer en un consuelo de tontos. Yo no me iría del país bajo ningún concepto como un plan permanente. Sólo lo haría en calidad de migrante legal y por un tiempo acotado (si pudiera), lo cual es una mera especulación que voy construyendo, porque en mi fuero íntimo creo que nunca llegaría a consumar ese plan. No lo haría ni aunque pueda obtener una ciudadanía legal o un pasaporte europeo. No quiero ser un desarraigado más. Costumbres argentinas, moder el anzuelo y volver a empezar, como dice la canción. No lo veo viable. Sin embargo, siempre mantuve mi postura de no juzgar a quienes lo hacen, porque entiendo que detrás de cada decisión de ese tipo hay una historia de vida distinta, y no soy quién para indagar en eso. Lo más irónico es que, pese a todo, el pasaporte argentino es uno de los más valorados del mundo: Casi ningún país impone restricciones para el ingreso con nuestro documento. Estamos hablando, desde luego, de un viaje común y corriente con fines turísticos, no en una estadía prolongada e ilegal. Eso lo sabe cualquiera desde que llega a Ezeiza con su pasaje en mano y asume el riesgo de lo que pueda acontecer después.
Haber sido "el granero del mundo", si es que realmente fue así, no nos ubicó como una potencia. Estar entre los mayores exportadores de materias primas no propició el desarrollo industrial. No hay apuesta alguna para la tecnología en la Argentina de hoy. Y para sustituir a las importaciones, es necesaria una planificación gradual, no es posible pensar en un cambio drástico en ese sentido de un día para el otro, como pretendió hacer el kirchnerismo en algún momento.
Se ha escrito mucho sobre esto, y pero no deja de ser sorprendente observar cómo cambiaron los roles en 50 o 60 años: Nuestros abuelos o bisabuelos huyeron de una Europa en plena guerra, con miseria y hambre, y ahora nosotros hacemos lo opuesto, volviendo a un continente donde casi todos los países son desarrollados y con una economía mucho más fuerte que el nuestro. Es increíble pensar cómo Alemania perdió dos grandes guerras y hoy es una potencia mundial donde el nazismo sólo prevalece como un pasado atroz. O cómo los españoles lograron una transición de la dictadura franquista y anacrónica hacia una democracia que los posicionó varios escalones por encima. Podríamos decir lo mismo de Italia, o de Francia: Han tenido gobiernos de ultraderecha y abiertamente contrarios a la inmigración, pero a sus ciudadanos eso no les afecta porque gozan de los derechos plenos que les corresponden por haber nacido allí. Muchos recordarán cuando en 2001/2002 los argentinos hacían cola en las Embajadas y Consulados para tramitar una ciudadanía. Son pocos los casos de los que desde ese entonces no han vuelto. Por lo general, regresan si saben que el país está un poco mejor. Acá, con "estar un poco mejor", nos alcanza. Un pacto para vivir.
Yo no votaría jamás a un tipo como López Murphy, que -aunque luego lo haya desmentido-, pretende cobrarles a los habitantes de las provincias por atenderse en hospitales públicos de CABA. Eso es de un espíritu clasista y reaccionario que todavía predomina en la clase alta porteña. CABA está llena de edificios de la administración pública nacional, sedes centrales de los bancos, oficinas en Puerto Madero, un río totalmente desagradable y contaminado. Nada más. Los que producen la riqueza del país y lo abastecen con alimentos e insumos son las provincias, y PBA está dentro de las primeras, por su clima y por su llanura donde se cultivan cereales, frutas y verduras. Si borráramos del mapa a todo el territorio nacional y sólo dejáramos a la Ciudad de Buenos Aires, en una semana se quedan en bolas, con su discurso clasista y sin el Conurbano al que tanto aborrecen. Les da asco compartir una distancia tan corta con La Matanza, porque son ignorantes y no toman dimensión de la cantidad de industrias que existen en GBA, por dar un ejemplo.
Es un versión Siglo XXI de la vieja disputa entre unitarios y federales. Si algún historiador aterriza por casualidad en la Argentina, no va a poder entender nunca cómo seguimos fracasando con medidas económicas que ya demostraron su ineficacia. Por qué nos odiamos tantos entre nosotros. Por qué somos tan indignos, tan forros, ventajeros y chantas. Los que trabajan para generar un país mejor, lo hacen a su modo: Día a día se toman el colectivo, se bancan un viaje de mierda, se exponen a que el chofer cruce un semáforo en rojo, y como dije antes, se la juegan todos los días para subsistir. El país real les pertenece a ellos, y no a nadie más. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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