Primer fin de semana de febrero. No sé si les pasará a ustedes, pero guardo en la memoria hechos aparentemente intrascendentes, y no tengo un registro claro de otros que han sido de mayor relevancia a título personal. Me acuerdo de la primera vez que fumé un cigarrillo, estábamos con unos amigos, teníamos alrededor de 13 años. Los saqué de la guantera de mi viejo, que acostumbraba tenerlos allí. No me gustó para nada el sabor del tabaco, ni el humo apestoso. De hecho no volví a probar un pucho hasta mucho tiempo después, cuando ya tenía 30.
Puedo reconstruir escenas de cuando tenía 5 o 6 años, con bastante precisión. Es totalmente aleatorio. Siempre hay un disparador que te remonta a esas pequeñas viñetas, a cómo era vivir en una época donde la música y la cultura en general giraban en otra dirección.
De mi infancia podría evocar muchísimas cosas, y de la Secundaria no tanto, porque tal vez de un modo inconsciente tu bocho las bloquea, en el supuesto de que no haya sido una buena etapa. La vida en sí misma se compone de instancias decisivas y de sucesos triviales o cotidianos. No esperen que cada hecho se convierta en un acontecimiento, no es así como funciona.
Si me detengo a reflexionar, pienso que de todo lo que me
ha dado la vida, obviamente me quedo con lo bueno. Y con las buenas personas
que tuve oportunidad de conocer. Por supuesto que he vivido situaciones
desagadables, de maltrato, o de falta de respeto, porque cuando empecé a
laburar yo era un desconocido. En parte aún lo sigo siendo, pero cuando vos le
ponés pilas a un proyecto y tenés pasión por lo que hacés, es menos probable
que el resultado sea negativo. Aunque no sea de manera académica, el
aprendizaje es permanente. El periodismo de calidad requiere de ello, no hay un
manual para eso, u otro modo de concebirlo. Estás expuesto a mucha presión, a
redactar una nota en horas insólitas mientras el resto de la gente ya se fue a
dormir, aprendés a ser precavido y prudente para evitar comerte un juicio o una
confrontación inútil… No es ninguna joda. Para mí es el mejor oficio del mundo,
y seguramente es considerado así tanto por los que ya tienen mayor trayectoria
como por los que recién empiezan.
La realidad nos
obliga a cambiar de hábitos o de costumbres, aunque no sea lo que pretendemos. Ya
no se puede gastar en un determinado producto, porque el precio se fue a la
mierda, y además no es prioritario. La economía doméstica, de cada familia, se
organiza de esa forma. Primero pagás impuestos, cuotas, comprás los alimentos
básicos en el caso de que tengas hijos pequeños, y si te queda algún excedente,
vos mismo decidirás cómo gastarlo. Lo único rescatable de estos tiempos complejos es que te
hacen administrar mejor tus ingresos, de lo contrario no llegás a fin de mes y para el día 15 ya estás fundido. Por eso hay que arreglarse con la plata que
tengas disponible, y no pensar en lo que te deben o que tenés pendiente de
cobrar, dado que no sabés cuándo se van a dignar en hacer esa transferencia
bancaria, lo que fuere. Es muy difícil ahorrar en esa coyuntura, porque si
lográs juntar unos pesos, la misma inflación te los va licuando constantemente.
Por ahora, el panorama que tenemos es ese. Yo nunca fui un buen ahorrista o
inversor, debo reconocerlo, pero al menos trato de no contraer deudas. Nos
estaremos viendo pronto. Punto final.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario