Retomando lo sucedido el sábado, debo decir que se trataba de un cumpleaños cuyo dueño desconozco, pero la modalidad de ingreso era la siguiente: dejabas una bebida (alcohólica, obviamente) en la entrada, y eso te concedía el derecho a entrar y a tener acceso a una barra libre. Como era fácil imaginar, en estos canjes o pseudotrueques uno simpre sale perjudicado: si llevaste un Cinzano o un vino de buena calidad, recibirás como contraprestación en la barra nada más que cerveza y algún otro cóctel (vale decir trago) preparado a las escondidas.
Podría escribir largo y tendido sobre lo que vi anoche, debo decir que lo que más me asombró fue la cantidad de bellas señoritas totalmente borrachas e incapaces de tenerse en pie, dispuestas a tener una noche de sexo con el primer idiota que tuviera un auto (lamentablemente estoy excluido de ese grupo de idiotas, seguramente pertenezco a otro).
El consumo de bebidas "blancas" (principalmente vodka de pésima calidad) ha crecido alrededor de un 300 % después de la crisis de 2002, y a sabiendas de esos datos las escenas que vi anoche no me extrañan, de otra manera deberían haberme provocado pánico. Se trata de la exacerbación de lo patético, de un culto incomprensible a la degradación humana, a la decadencia, a la ignorancia y a la tilinguería. Y aquí hago una salvedad: la noción de "buen gusto" es discutible y ha sido víctima de varios análisis de parte de personas con muchos más argumentos que yo, pero todos sabemos la diferencia entre lo que es una fiesta con gente más o menos conocida y que tenga onda, y lo que es un descontrol primaveral, el famoso "spring break" americano. En una próxima nota quizás me refiera más a esto último, aunque la idea principal ha quedado más o menos clara.
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