15 de septiembre de 2009

Cuando la hazaña tiene una explicación


Ganarle al número uno del mundo.
Hacerlo morder el polvo de la derrota en el Abierto de Estados Unidos, el torneo más importante, ante 23.000 personas que demuestran con sus vítores y aplausos un evidente favoritismo por el rival. Eso, y mucho más, hizo Juan Martín del Potro anoche, en Nueva York. Le llevó más de 4 horas vencer al suizo Roger Federer, y seguramente le habrá llevado mucho más tiempo prepararse mentalmente para este partido. Como suele suceder, hasta anoche, del Potro, era considerado una joven promesa, un gran jugador, pero a criterio de algunos, todavía "no le había ganado a nadie", o "no había conseguido ningún título importante". Aunque con algunos matices, me reconozco pronunciando frases parecidas con respecto a del Potro, aunque como los lectores saben el foco de mi indignación son los futbolistas, tal es el caso de Messi, quien se cansa de hacer goles y jugadas extraordinarias en el Barcelona y en la Selección muestra un nivel mediocre. Volvamos al tenis: de Juan Martín del Potro se dijeron muchas cosas, sobre todo luego de la derrota argentina en la final de la Copa Davis. Fue víctima de los comentarios mordaces y maliciosos de David Nalbandian en los vestuarios, cuando la debacle del equipo de ambos integraban ya era un hecho consumado. Del Potro guardó silencio luego de que la intimidad del fracaso tomó estado público, mientras Nalbandian evadía responsabilidades porque consideraba que con ganar el partido de singles su tarea ya estaba cumplida. Hoy, Nalbandian está en una meseta de su carrera, reveló con aquellas declaraciones su lado más soberbio y mezquino, mientras del Potro obtiene a los 20 años el Grand Slam que todo tenista desea ganar, y que su ocasional agresor está lejos de alcanzar. 

Sin embargo, debo recordar que Clerc y Vilas no se hablaban ni se soportaban, quizás por el ego de ambos. Pese a ello, estas leyendas del tenis llevaron a la Argentina a la final de la Davis, en 1981. 

Pero me estoy yendo de tema: A miles de kilómetros de distancia, viví el partido minuto a minuto, con muchos nervios, y debo confesar que no le tenía demasiada fe a Del Potro. En realidad, no les tengo fe a los tenistas argentinos cuando deben disputar instancias decisivas, como una final. Hoy, el partido ya entró en la historia y Juan Martín del Potro, es un legítimo campeón del último Grand Slam del año. Mientras la Selección de Fútbol naufraga en el mar de su propia impotencia y de la hoguera de las vanidades, un deporte individual, como el tenis, nos demuestra una vez más el valor del sacrificio y del esfuerzo. No quiero hacer demagogia ni caer en lugares comunes, pero ojalá muchos, cada uno desde su profesión o desde el lugar que ocupen, sigan el ejemplo de Del Potro.

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