En cuanto a películas, estoy viendo nuevamente "Manhattan", de Woody Allen, film intenso al cual le dediqué un nota el año pasado, si no me falla la memoria, porque es un filme que siempre quise ver y es bastante difícil de conseguir, al menos en Lobos. Con el tiempo -y esto puede ser extensivo a cualquier largometraje- uno empieza a encontrar "perlitas" que al ver la película por primera vez pasaron desapercibidas, como así también algunos momentos flojos que el espectador primerizo, acaso llevado por el entusiasmo o la excitación, no tuvo demasiado en cuenta. La experiencia me dice que las películas de Woody Allen no se pueden ver en compañía de cualquier persona, no porque haya nada obsceno o vulgar en su filmografía, sino porque el humor que subyace en la mayoría de los diálogos de Allen está lejos de la típica comedia de Hollywood y no es aceptado o entendido por todo el mundo. El humor judío de Nueva York es muy particular, tenés ejemplos como el propio Allen o Jerry Seinfeld. Pero eso lo dejaremos para una próxima nota. Punto final.
Cambiando de tema, hoy me entretuve un rato viendo uno de los partidos por las semifinales del US Open, uno de los torneos de Gran Slam, en el cual Juan Martín del Potro, verdadero orgullo argento, demolió al otrora invencible Rafael Nadal. Se conjugaron dos factores para que sellar un triunfo tan contundente: Del Potro está puliendo su juego y sacó todo su temple después de que sus "compañeros" le endilgaron la responsabilidad por el fracaso del año pasado en la Copa Davis. Nadal, por su parte, no está en su mejor momento y comete errores inexplicables para un jugador de su jerarquía. Ojalá que Del Potro llegue a la final con la tranquilidad y concentración que requiere esa instancia decisiva y que no se deje intimidar por la presión que le meterá durante todo el partido el suizo Roger Federer.
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