Bueno, ya está. Para quienes lo anhelaban y para los que no, finalmente Cristina fue reelecta con más del 50 % de los votos. Es poco lo que se puede argumentar ante una cifra tan contundente. La imagen positiva de la Presidenta comenzó a fortalecerse tras la muerte de su esposo, el año pasado. Recuerdo que antes de ese lamentable suceso, la intención de voto era del 26 %. No estoy diciendo que la gestión de Cristina carezca de méritos para justificar un nuevo mandato, pero evidentemente la desaparición de Kirchner incidió en el electorado de un modo sorprendente.
Yo fui a votar ayer en el mismo lugar de las primarias: la mesa 16 de la Escuela 37, el edificio del Colegio Nacional. No tuve que esperar demasiado, fui pasadas las dos de la tarde y enseguida pude emitir mi voto. Afortunadamente había boletas de todos los partidos en el cuarto oscuro, aunque yo ya tenía decidido a qué candidatos iba a votar.
Espero que los que votaron por Cristina se hagan responsables de lo que venga. Y lo digo sin dramatizar, porque ante un resultado tan categórico no se puede subestimar la voluntad popular. Está claro que quienes la votaron desean una continuidad de este modelo, y consideran que la única persona en condiciones de garantizarlo es la actual Presidenta. No es momento de ser apocalípticos o de suponer que todo se va a derrumbar en los próximos meses. De hecho, habrá que designar un nuevo Ministro de Economía en reeemplazo de Boudou, quien asume como vicepresidente. La oposición ha hecho un papel lamentable, no ha logrado convencer a la ciudadanía de que pueden ser una alternativa de gobierno, y la gente se los hizo saber con claridad en las urnas. En realidad, nadie puede saber qué sucederá en los próximos cuatro años, más aún en un país tan imprevisible como la Argentina. Cuando los cánticos triunfalistas y la lluvia de papelitos de colores haya cesado, comenzará a vivirse el país real. Y habrá que gobernar, hacerle frente a la crisis económica internacional, al pago de la deuda externa, a los problemas de vivienda, y a tantas otras cuestiones que permanecieron ocultas en el fragor de la campaña. Si el único discurso que escuchamos está centrado en la pelea contra los medios "hegemónicos" como el Grupo Clarín, estamos en problemas. Porque, aun cuando haya medios de prensa que son abiertamente opositores, deben existir como ocurre en cualquier democracia, y el Gobierno de turno debe tener la virtud de la tolerancia ante las críticas. Son cuatro años más. Y un gran signo de interrogación ante esta nuevo escenario político.
Blog de Lobos, ARG, desde hace 18 años en la Web.
24 de octubre de 2011
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