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9 de octubre de 2011
Un viernes con apagón.... a la luz de las velas
Es domingo por la tarde, pero todavía me dura la bronca por el corte de luz del viernes. Fueron 12 horas a oscuras, esperando en vano que alguien de la empresa EDEN brindara alguna respuesta ante lo que estaba sucediendo. Pero más allá del malestar generalizado, me puse a pensar hasta qué punto dependemos de la energía eléctrica. Sin luz, no funcionan las bombas que extraen el agua de los pozos, ni los semáforos de las esquinas más transitadas, y la falta de grupos electrógenos en plena calle 9 de Julio es un signo evidente de improvisación. Porque no es posible que comercios que se jactan de ser prestigiosos y de tener un vasta trayectoria no cuenten con un generador. Mucho menos se puede permitir que haya supermercados bajo esta situación, cuando es sabido que los lácteos y otros productos refrigerados no pueden permanecer a temperatura ambiente.
Di un paseo por el centro de la ciudad el viernes a la tardecita, porque estaba harto de quedarme encerrado en casa con la sola compañía de una radio a pilas. El panorama era desolador, parecía un pueblo fantasma. Muchos dueños habían decidido cerrar sus puertas porque no tenían forma de mantener sus locales iluminados. Había que circular con mucha precaución porque los semáforos no funcionaban y una tenue llovizna complicaba las cosas aún más para el automovilista. Todo era caos y confusión, revolver entre los cajones buscando alguna vela milagrosa, pilas para las linternas, o en el mejor de los casos alquilar un grupo electrógeno. Por si todo esto fuera poco, en muchas estaciones de servicio había falta de combustible, elemento esencial para que el generador de energía pueda funcionar. Sinceramente, no me importan las explicaciones que EDEN pueda dar con los hechos consumados, no me interesa en absoluto qué carajo pasó, lo que sí puedo decir es que un corte de luz tan prolongado es inadmisible. Para quienes utilizamos Internet como medio de trabajo, el viernes fue un día perdido. Quienes aprovecharon la situación fueron los kioscos y despensas que vendían pilas y velas como si fuera pan caliente, ante la necesidad de que la noche no nos sorprendiera sumidos en la oscuridad. Cuando finalmente volvió la luz, a las 23:26 del viernes, ya no había demasiado para hacer. Estaba a punto de acostarme a dormir, con el fastidio de sentirme rehén de una empresa totalmente inoperante, cuya inversión para la mejora del servicio es mínima. De lo contrario, los cortes de luz no serían tan frecuentes, y debo decir que los comunicados que puedan difundir posteriormente explicando las causas del apagón poco sirven para brindar tranquilidad a los usuarios de que estos contratiempos no se repitan en el futuro.
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