21 de octubre de 2011

Una historia que ya no sorprende


La muerte del dictador libio Muammar Khadafi y el júbilo de la comunidad internacional ante este hecho es un signo elocuente de que algo no funciona bien. Los rebeldes libios, asistidos logísticamente por la OTAN para derrocar al régimen, no tuvieron en cuenta que los mismos países de Occidente que impulsaban el fin de Khadafi fueron aquellos que se beneficiaron con él. Así, la imagen de su cuerpo ensangrentado y sin vida recorrió el mundo, y fue fotografiada sin pudor. Sin embargo, no se difundió ni una sola foto del cadáver de Osama Bin Laden, y el Gobierno de EE. UU. se limitó a difundir un confuso comunicado cuando anunció que se había dado muerte al líder de Al Qaeda. Creo que Khadafi, al igual que Bin Laden, merecían ser llevados a juicio por los crímenes que se les atribuyeron desde los foros internacionales. Parece ser que Estados Unidos y sus aliados recién se dieron cuenta ahora de que Khadafi era un dictador, 42 años después desde que asumió el poder. Que un presidente que ganó el Premio Nobel de la Paz, como Barack Obama, se muestre tan complacido con la muerte de un ser humano, es una señal clara de la doble moral a la que nos tienen acostumbrados quienes rigen los destinos del mundo.

Augusto Pinochet fue un dictador que asumió el poder el Chile con la complicidad y el apoyo explícito de la CIA, y en los años subsiguientes hasta la transición democrática, a nadie se le cruzó por la cabeza poner fin a ese poder ilegítimo y antidemocrático, que había emergido de un golpe militar en septiembre de 1973. Tanto era el temor de los yanquis a la "infiltración comunista" en América Latina, que no vacilaron en adiestrar militares para que derrocaran gobiernos legítimamente elegidos por la voluntad popular. No me caben dudas de que una persona que permanece 42 años en el poder, como Khadafi, merece la condena de los organismos internacionales. Pero como siempre ha sucedido, los países que se creen con el derecho a decidir por los más débiles u oprimidos toman decisiones en función de sus propios intereses.

Recordemos que en Libia se había formado un Consejo Nacional de Transición con el apoyo de la OTAN, que derrocó al régimen en agosto pasado. Pero quizás por eso, Khadafi debía ser capturado vivo para rendir cuentas de los crímenes que se le imputan durante su larga permanencia como hombre fuerte de un país convulsionado. Ahora nos quieren hacer creer que Khadafi murió en medio de un tiroteo y que no fue asesinado. Demasiada ficción para explicar la arrogancia de los que matan impunemente y enarbolan las banderas de la paz y la libertad.

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