No me andan los tildes en el teclado de la notebook, de
manera que este post fue redactado primero en Word y luego pegado a la
plantilla del blog. Me revienta cuando tengo que renegar con la computadora: en
este caso no tanto porque escribo en mi página personal, pero sí me fastidia si
tengo que redactar una crónica o una nota para un medio de comunicación.
En fin, algún día encontraré los famosos tildes, y
descubriré en qué parte del teclado está. Mientras tanto, seguiremos con este
modo de trabajo. Hoy fue otro día agobiante en la ciudad, y desde el punto de
vista periodístico hubo que cubrir boludeces varias que caracterizan a la
idiosincrasia lobense. La cultura, en todas sus manifestaciones, es un placer,
pero uno se cansa de cubrir exposiciones de cuadros, fotos, esculturas o lo que
fuere. Una asignatura pendiente que tengo es escribir una nota deportiva. Soy
totalmente ignorante en esas lides, lo reconozco. Sé algo de básquet, porque lo
practiqué cuando era chico, pero de fútbol no entiendo demasiado. Digamos que,
más que entender o no, no estaría capacitado para escribir la crónica de un partido.
Si no conocés a tal o cual jugador, no podés saber si tuvo un rendimiento
superlativo o si “camina” por el campo de juego. Por otra parte, no quiero ser
un opinólogo sobre cuestiones que ignoro. Me gusta el fútbol, de ello no caben
dudas, pero para verlo por televisión. La ventaja de la TV es que te muestra
las jugadas desde diferentes ángulos, hay repeticiones de los goles, y aunque
uno no esté en el estadio, se disfruta más. Desde luego, ver un partido en la
cancha debe ser inolvidable, pero corrés el riesgo de que te maten, te caguen a
tiros, o te peguen con medio ladrillo en la cabeza. Así funciona el perverso
fútbol doméstico. Punto final.