Muchas veces nos cuesta adaptarnos a los cambios. Desde lo cotidiano, como aprender a manejar un nuevo celular o un programa de computación, hasta lidiar con personas que son totalmente tóxicas pero que no podemos evitar. Porque la vida nos pone en la situación de tener que relacionarnos con gente que no siempre es la que nosotros queremos. Empleados públicos inútiles o ñoquis, funcionarios, parientes lejanos a los que ya no queremos ver.
Es que la sociedad, en estos últimos 15 o 20 años, ha cambiado vertiginosamente, y parece que todo se usa y se descarta: el teléfono que hace cuatro años era "lo más", hoy es un aparato viejo con poco valor de reventa. Ya nadie parece conformarse con que se puedan hacer y recibir llamadas, o mensajes de texto. Ahora el celular se ha convertido en una "mini computadora", con un sistema como Android, aplicaciones como WhatsApp que cada vez suman más adeptos, y esta sociedad de consumo nos empuja, nos dice que los CD ya no sirven más, que vuelven los discos de vinilo, que para tener status hay que tener un auto de alta gama aunque te endeudes hasta las bolas. Desaparecieron los televisores que solíamos conocer, ahora todos son LCD o LED, súper delgados y con pantalla plana. No existe más el videocassette, más conocido como VHS. Internet se reinventó, ya no se usa sólo para buscar la letra de una canción o ver un video, sino que podés escuchar música online, escribir un mensaje en Twitter (por supuesto que todos los "famosos" tienen una cuenta de Twitter), y perdemos muchas horas, quizá demasiadas, en Facebook. Una red social falsa, donde los supuestos amigos no son tales, y donde se recolecta información personal que uno nunca sabrá adónde irá a parar.
Nadie se toma el trabajo de leer un libro, por el placer de leer, excepto que los medios audiovisuales le den mucha manija para que se convierta en best seller. Todo ha cambiado demasiado para lo que uno puede llegar a asimilar, con cámaras fotográficas muy sofisticadas que además filman, esos lentes o teleobjetivos impresionantes que miden como medio metro, la obsesión del rating y del "minuto a minuto", la estupidez y el cinismo en vivo y en directo por TV. Yo no reniego de todo lo que estamos viviendo, trato de aceptarlo como el hecho de que una nueva generación ha tomado las riendas de este mundo y nos quiere vender que todo tiene que ser ya, ahora mismo, que nada puede esperar, que tenemos que comer apurados porque después hay que seguir laburando para después recibir una jubilación de miseria. A veces siento que es un sistema perverso, el hecho de "permanecer y transcurrir", como decía Eladia Blázquez en "Honrar la vida". No nos dejemos manipular, ni que nadie nos diga qué tenemos que ver o escuchar. Aprendamos a desarrollar un pensamiento crítico y no a seguir el rebaño. Porque esa es la única manera de ser libres, libres de verdad. Punto final.
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