Jueves por la noche en la ciudad. La gente camina demasiado apurada, ensimismada en sus cosas,
no saluda por la calle, hay sobredosis
de WhatsApp y están todos bastante ocupados enviando mensajitos de texto o de
voz por el popular servicio que en casi todo celular moderno se puede instalar
hoy por el famoso Play Store. Nunca me enteré de nadie que haya sido
infraccionado o multado por hacer uso de los aparatos mientras va conduciendo
el auto, a pesar de las sucesivas campañas de Asociaciones Civiles como
Luchemos por la Vida. Para estos automovilistas que se creer que nunca les
tocará ser víctimas de un accidente, lamentablemente habrá que esperar hasta
que ocurra lo peor para que tomen conciencia del riesgo que implica.
Pese a que vivimos en un pueblo chico, nos vamos contagiando
de los vicios de las grandes urbes, el que tiene un auto de alta gama se cree
un ser superior al peatón o al resto de los automovilistas que van circulando
por la misma acera, quizás se confían demasiado en las nuevas tecnologías que
brindan los coches actuales, y suponen que con tener air bags basta para no ser
víctimas de una colisión. Esta gente asegura su vehículo contra todo riesgo, en
lugar de hacerlo contra terceros, y lo toman como un salvoconducto para
transitar a alta velocidad sin el más mínimo respeto por el resto de los
vecinos que tienen un vehículo de menor valor. Y qué decir de los peatones: si
cruzás la calle a pie, comprobarás que los autos, en lugar de aminorar la
marcha, aceleran aún más, por lo cual o cruzás las calles corriendo o te pisan.
No hay muchas contemplaciones hacia quien va caminando por la periferia
lobense.
Y hoy, que es víspera del Día del Amigo, no puedo dejar de
saludar a mis amistades, desde aquellos amigos de la infancia hasta los que
coseché siendo adulto. En realidad, yo no los elegí en forma unilateral, nos
elegimos mutuamente, y de ahí nace el vínculo que se fue forjando. Muchos de ellos
ya formaron su familia, tienen hijos, o no viven en Lobos. Pero sé que puedo
contar con ellos cuando alguna urgencia lo requiera. Y en el devenir cotidiano
uno va haciendo nuevos amigos, porque cada etapa de la vida nos hace
relacionarnos con un nuevo entorno. A veces hay una delgada línea entre los
“amigos” y los “conocidos”, quizás con estos últimos el trato no sea tan
estrecho, pero las circunstancias de la vida han hecho que nos relacionemos con
ellos. Celebrar la amistad, significa reconocer a aquellas personas que pasaron
por nuestra vida dejando su huella. Vaya para ellos mi gratitud. Y aunque podría no haber una fecha
específica para hacerlo, un vínculo se construye a diario, del mismo modo que
los desencuentros, que son una consecuencia de tener distintas formas de pensar.
Las diferencias se zanjan respetando el pensamiento del otro, evitando temas
que generan polémicas estériles, y poniendo énfasis en aquello que nos une.
Cuando la cantidad de momentos compartidos supera holgadamente a un
distanciamiento, podemos afirmar que esa persona nunca dejó de ser nuestro
amigo, simplemente tiene una perspectiva diferente de la realidad que no es
compartida por nosotros. Respetar a quien no piensa igual, no sólo es una
muestra de civismo, sino un ejercicio que nos enriquece a todos en el día a
día. Punto final.