19 de julio de 2018

Vísperas del Día del Amigo


Jueves por la noche en la ciudad. La gente camina demasiado apurada, ensimismada en sus cosas,  no saluda por la calle, hay sobredosis de WhatsApp y están todos bastante ocupados enviando mensajitos de texto o de voz por el popular servicio que en casi todo celular moderno se puede instalar hoy por el famoso Play Store. Nunca me enteré de nadie que haya sido infraccionado o multado por hacer uso de los aparatos mientras va conduciendo el auto, a pesar de las sucesivas campañas de Asociaciones Civiles como Luchemos por la Vida. Para estos automovilistas que se creer que nunca les tocará ser víctimas de un accidente, lamentablemente habrá que esperar hasta que ocurra lo peor para que tomen conciencia del riesgo que implica.

Pese a que vivimos en un pueblo chico, nos vamos contagiando de los vicios de las grandes urbes, el que tiene un auto de alta gama se cree un ser superior al peatón o al resto de los automovilistas que van circulando por la misma acera, quizás se confían demasiado en las nuevas tecnologías que brindan los coches actuales, y suponen que con tener air bags basta para no ser víctimas de una colisión. Esta gente asegura su vehículo contra todo riesgo, en lugar de hacerlo contra terceros, y lo toman como un salvoconducto para transitar a alta velocidad sin el más mínimo respeto por el resto de los vecinos que tienen un vehículo de menor valor. Y qué decir de los peatones: si cruzás la calle a pie, comprobarás que los autos, en lugar de aminorar la marcha, aceleran aún más, por lo cual o cruzás las calles corriendo o te pisan. No hay muchas contemplaciones hacia quien va caminando por la periferia lobense.

Y hoy, que es víspera del Día del Amigo, no puedo dejar de saludar a mis amistades, desde aquellos amigos de la infancia hasta los que coseché siendo adulto. En realidad, yo no los elegí en forma unilateral, nos elegimos mutuamente, y de ahí nace el vínculo que se fue forjando. Muchos de ellos ya formaron su familia, tienen hijos, o no viven en Lobos. Pero sé que puedo contar con ellos cuando alguna urgencia lo requiera. Y en el devenir cotidiano uno va haciendo nuevos amigos, porque cada etapa de la vida nos hace relacionarnos con un nuevo entorno. A veces hay una delgada línea entre los “amigos” y los “conocidos”, quizás con estos últimos el trato no sea tan estrecho, pero las circunstancias de la vida han hecho que nos relacionemos con ellos. Celebrar la amistad, significa reconocer a aquellas personas que pasaron por nuestra vida dejando su huella. Vaya para ellos mi gratitud. Y aunque podría no haber una fecha específica para hacerlo, un vínculo se construye a diario, del mismo modo que los desencuentros, que son una consecuencia de tener distintas formas de pensar. Las diferencias se zanjan respetando el pensamiento del otro, evitando temas que generan polémicas estériles, y poniendo énfasis en aquello que nos une. Cuando la cantidad de momentos compartidos supera holgadamente a un distanciamiento, podemos afirmar que esa persona nunca dejó de ser nuestro amigo, simplemente tiene una perspectiva diferente de la realidad que no es compartida por nosotros. Respetar a quien no piensa igual, no sólo es una muestra de civismo, sino un ejercicio que nos enriquece a todos en el día a día. Punto final.  

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