Noviembre comenzó con una progresiva escalada de calor que es natural para esta época. Todavía es tolerable, no llega a agobiar. ¿Qué nos resta esperar de esta parte hasta fin de año? Resistir y disfrutar a la vez, según el contexto. Cada uno tiene sus proyectos y trata de encauzarlos dentro del escenario actual. La sociedad nos empuja cada vez más hacia la inmediatez. No siempre estoy de acuerdo con esa vorágine, pero no es ni más ni menos que el pulso del tiempo de hoy. No sé si es conveniente hacer proyectos a largo plazo, pero aún así sigue siendo mejor que mirar hacia atrás. El futuro es importante, y para consolidarlo, digamos, no hay que perder de vista lo que está sucediendo ahora mismo. A cualquiera le embarga la frustración ante un emprendimiento que no se pudo concretar, o que no salió como esperaba. Es totalmente comprensible. Al menos lo intentaste, y no es un consuelo para salir del paso. Es la realidad.
Hoy es sábado por la tarde/noche y mientras tomo unos mates me surgen estas reflexiones, que seguramente las he plasmado cientos de veces pero que de algún modo emergen de vez en cuando, porque están sustentadas en mi historia personal y en el diálogo que tengo con la gente que conozco. Cuando un proyecto no da el resultado esperado, te sentís un poco "acobardado", o reticente como para apostar por otro. Cabe aclarar que la incertidumbre no está ligada solamente por lo económico, sino con que el temor de repetir otro fracaso provoca un efecto demoledor, por más pilas que le hayas puesto antes.
Sin embargo, el problema esencial es este: Nos cuesta saber realmente qué es lo que queremos hacer, o cómo actuar al sentirnos desbordados, con varios frentes por delante, apagando incendios constantemente. Pero mientras estoy sentado con la única compañía de la radio y el mate, pienso en que estamos todos en la misma. Lo dije en el párrafo anterior: No pasa por una cuestión de dinero. Hay un mínimo porcentaje que podría afirmar que ya tiene con "la vida hecha", por así decirlo, en base a sus ingresos y que por lo tanto transitará lo que le queda con holgura. La comodidad de la vida burguesa que todos añoramos en secreto es un deseo direccionado a buscar lo previsible. La casa, el auto, los hijos, los ahorros, ¿las vacaciones? Es la expectativa de muchos, y no puedo afirmar si está bien o mal. ¿Pero qué es todo ese combo, acaso comprar felicidad en cuotas? Nadie duda que es gratificante tener una familia y poder darles lo mejor, pero no caer en una dependencia donde el afecto que vos recibís se convierta en un trueque. Si vos tenés la convicción de que estás haciendo lo correcto y no te respalda ni el perro que sólo sabe ladrar, no les des bola, dale para adelante. Por esas vueltas de la vida, es probable que terminen siendo ellos los equivocados y que, con los hechos consumados, te den la razón.
Están aquellos que saben reaccionar con mayor rapidez y eficacia ante la coyuntura, y otros a quienes las que les cuesta más. A nivel macro, hasta no hace mucho, a mí se me hacía difícil cortar con aquellas cosas que todos queremos olvidar pero que de alguna forma nos limitan. Lo único que aprendí es que a la vida debemos disfrutarla como si nos pusiéramos una camisa que nos gusta en el probador, de lindos colores, y que nos calza con el talle perfecto, sin importar lo que nos diga el empleado de la tienda.
La mayoría de nuestros actos forman parte de lo cotidiano, y es probable que por ese motivo no les demos valor. Esperamos un gran acontecimiento, y eso nunca pasará, menos aún si ponés una vara muy alta. Esto sucede con frecuencia. En una sociedad complicada, cada uno busca su refugio. Si no encontramos algo que nos brinde un poco de paz, vamos a terminar colapsando, porque todo el tiempo nos estamos maquinando la idea de salir a flote, con la constante desconfianza de que alguien pretende cagarnos, y nadie sabe qué sucederá mañana. En algún momento, es bueno bajarse del caballo y emprender una etapa de redescubrir aquello que nos gusta (o nos gustaba) hacer: Si no lo logramos, continuaremos en medio de la confusión y el desconcierto.
Tampoco nos damos el tiempo necesario
para hablar de lo que nos pasa, para escuchar un consejo sincero, porque vamos a mil,
porque sentimos vergüenza, o por lo que sea. Nos cuesta demasiado expresarnos sin rodeos, y como hay mucha gente despreciable y miserable, no es fácil encontrar alguien a quien confiarle algo que (obviamente) no se lo diríamos a cualquiera que ande
caminando por la calle.
A los que leen esta nota, podría decirles: Ojalá podamos dejar de lado ese entorno que nos contamina, y rodearnos de gente que nos ayude a crecer, que no sea mezquina. Hay mucho talento lobense, y eso sí es algo que me enorgullece. Esos pibes que, sin estridencias, se esfuerzan por superarse y trascender. Son ellos quienes hacen la mayor contribución para jugársela desde la música, el dibujo, o las artes plásticas. En síntesis, diría que constituyen el reservorio cultural para las próximas generaciones. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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