Domingo en la ciudad. Un día típico de otoño/invierno, con cielo nublado y poco movimiento en la calle. Me levanté un poco más tarde que lo habitual, ya que no tengo mucho material previsto para cubrir hoy. Con respecto a dormir bien y lograr descansar, no siempre lo consigo, aunque no haya un motivo de preocupación de por medio. Hay varios factores en juego, pero ahora no cabe darle vueltas al asunto porque ya estoy de pie nuevamente. Me levanté, me lavé los dientes, desayuné, y me aboqué a la tarea de leer los portales informativos por Internet. Y luego, seguí la rutina del común de la gente, nada digno de mención.
Debo decir que, aunque sé que falta muchísimo aún como para hacer un análisis en detalle, mi impresión es que lo que va de este 2023 lo coloca en un sitial inferior al año anterior. Podemos decir, lo que sería (casi) el primer semestre. Reitero, queda mucho por delante y eso puede llevar a que cambie de opinión, pero hasta ahora, este año no ha sido nada memorable. Quedarán para el recuerdo, tal vez, hechos que con el tiempo se vuelven meras anécdotas, como esos altibajos en el clima, con olas de calor y de frío totalmente atípicas. Yo no espero nada de la clase política, por lo tanto mi evaluación de lo que esté por venir no cambiará, gane quien gane. Sí es posible de un determinado resultado me otorgue más esperanzas sobre el futuro del país, pero hasta que no estén definidos los candidatos de todos los partidos, trato de no tejer hipótesis inútilmente.
Si recapitulamos, 2022 fue un ciclo que arrancó con lentitud, como nos pasa cuando nos desperezamos en la cama. Pero el camino se hace al andar, de manera que el ritmo se volvió intenso y sostenido. Yo podría trazar fácilmente una comparación viendo lo que escribí el año pasado para contrastarlo con el actual, pero antes de hacerlo prefiero recurrir a mi memoria. Y como un mecanismo de defensa, también se da a la inversa: Preferimos (o elegimos) olvidar períodos de crisis económica y social porque ese olvido nos permite liberarnos de un ancla o un lastre, nos da la chance de avanzar. Yo lo entiendo de esa manera. Casi nadie habla hoy de la pandemia, porque elegimos evitarlo salvo en situaciones que lo requieran expresamente. La pasamos tan mal, que no tiene sentido volver a un ciclo que dimos por concluido. Hasta el día de hoy, todavía veo gente mayor que usa barbijo. Lo único que diré es que, si me hubieran contado todo lo que tuvimos que atravesar, las medidas de cuidado, la cuarentena, o el distanciamiento social, me hubiera parecido una película de ciencia ficción. Es la primera vez que me viene a la mente aquella frase, “la realidad supera a la ficción”. Asimismo, cuando le relato una anécdota a un grupo de gente más joven que yo, me veo en la obligación de aclarar: “En esa época no había Internet ni celulares”. Sin hacer esa salvedad, lo que me dispongo a relatar y que pretende ser gracioso o despertar curiosidad, perdería su razón de ser, porque todo se hubiera resuelto con la comodidad de la tecnología. Quién sabe, probablemente al cabo de un tiempo también tengamos que aclarar: “en esa época existían los diarios en papel”.
Lo que me parece
preocupante, es todo este avance de la Inteligencia Artificial (IA), porque
nunca imaginamos que, con ese recurso tecnológico, Charly García o cualquier
artista podría "cantar" un tema actual con su voz de los años ’80. Andá a
imaginártelo… ¡Es imposible! Vos le sacás una foto a un objeto, y el software
de IA te devuelve en la pantalla una copia casi idéntica del original. Lo mismo
si te sacás una selfie. Es ilógico pensar que un software diseñado por humanos
pueda hacer que las máquinas lo superen. Pero es el uso que se le otorga,
claramente quien concibió todo esto no puede responsabilizarse por eso.
Internet misma, se volvió masiva cuando estaba de moda hablar de la
globalización o de la democratización de la comunicación, porque cualquier
podría (supuestamente), tener acceso a la información que deseara. La realidad
es que eso funcionó durante unos años, porque actualmente para leer el
contenido de un diario en la Web, necesitás ser suscriptor y pagar, o crearte
una cuenta de Google, lo cual implica que para leer una nota cualquiera y
siguiendo ese procedimiento, vas a recibir una gran cantidad de mails basura (o
spam) por un lapso indeterminado. Lo que se ve, es que tomando en cuenta la
cantidad de lectores que ingresar desde el celular o la tablet, las grandes
empresas que manejan los medios han adoptado la decisión de que el contenido
sea pagado, excepto un par de notas que podés leer gratuitamente, porque
también hay miles de sitios en los buscadores que te explican “cómo leer Clarín
gratis”, por ejemplo. Pero como los editores no son ningunos boludos, esos
trucos rápidamente son detectados, y aparecen otros que se asemejan a una
suerte de piratería que promueve el libre acceso a la información, una causa que yo defiendo a ultranza. Es decir: No es que me interese sobremanera lo que pueda decir Clarín o LN, pero no por ello deberíamos tener que garpar para leer una nota cualquiera.
Retomando lo que decía en uno de los párrafos anteriores, elegimos olvidar también, por otros motivos. Uno de los más frecuentes, es una relación de pareja que nos hizo mal o que no prosperó, pese a que en un momento dado surja de la radio una canción o algo que nos remita inevitablemente a ese pasado. La aceptación es la única manera de poder dar vuelta de página, y no hay que apresurarse en demasía, porque si salís con otra chica/o enseguida para olvidar aquel amor que aún te duele, es como colocarse una curita para un paciente con politraumatismos.
Claro que no por ello vas a estar 10 años yendo a terapia para hablar siempre de lo mismo, creo que si el psicólogo es honesto, el propio profesional te diría que de esa manera no vas a ningún lado. Cada uno le busca la vuelta como puede, para no quedarse atrapado en un sentimiento. Nos estamos viendo pronto. Punto final.
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