10 de mayo de 2023

¿Sirve madrugar para que te rinda más el día?

Miércoles en la ciudad. Está la casa oscura yen silencio. Miro el reloj, son la 7 AM y me levanto de la cama casi sin dudarlo, al igual que el día anterior. Arranco el día temprano aunque no tenga un motivo específico para madrugar, porque a esa hora, dentro de lo que yo me dedico, es casi imposible encontrar a alguien para hacer una nota, tampoco hay conferencias de prensa, o todo lo que pueda considerarse información que merezca ser publicada y difundida.

En fin, la cuestión es que tan pronto como me despierto, en cuestión de minutos salgo del la catrera porque pienso que descansé suficiente y que en el caso de decidir quedarme durmiendo un rato más, dejaría de ser un rato para prolongarse por un lapso bastante variable. Les decía al comienzo que en el laburo que yo hago no hay mucho por hacer cuando las primeras horas de la mañana hacen su aparición triunfal. En estos últimos días bien podría haber esperado a que sonara la alarma del celular (que en los días de semana está programada para las 8:30), pero me pareció un buen intento, o sencillo experimento, de hacer rendir un poco más la jornada. Esperé a que abriera el Palacio Municipal para presentar una factura, porque tenía varias cosas para más tarde. Por lo cual, luego se me iba a complicar y temía olvidarme. Llegado a determinada edad, si no te anotás en algún lado lo que tenés que hacer, aunque se trate de un simple trámite, se te pasa por alto o a veces suceden otro tipo de olvidos, en más de una ocasión salí con el paraguas, me fui a un bar y lo dejé en la mesa sin darme cuenta. Si salís temprano en pleno invierno, obviamente te abrigás conforme la temperatura de ese momento. Por lo tanto el ejemplo del paraguas es casi igual a lo que te puede pasar si te sacás un pulóver porque ya estás cerca del mediodía en un lugar con calefacción y sentís calor. 

En estos dos días madrugadores,  cuando salí en la bici las calles lucían desiertas, con la excepción del barrendero y de algún que otro peatón que se dirigía a las escasas oficinas del Centro que se disponían a reanudar su actividad. Ya entramos en una época del año en la cual es necesario también, pensar que a esa hora circulan camiones para carga y descarga de mercadería, y si hay neblina puede resultar difícil distinguirlos. Sólo te das cuenta por el ruido del motor o por la silueta que se recorta entre la bruma. Claro que si después te dormís una siesta demoledora después de almorzar, lo que "ganaste de tiempo" en estado de lucidez, lo terminás compensando en otro momento del día. Por lo tanto, no se si es tan útil como parece.  

Mientras escribo estas líneas, el sol empieza a ocultarse cada vez más pronto. Lo que la gente de pueblo conocemos como "la tardecita", ha llegado a su fin hasta la temporada siguiente. Porque la tardecita es una manera de llamar a ese período de luz diurna en el verano puede extenderse pasadas las 17 hs, ponele.  Me voy a cebar unos mates, a revisar los portales nacionales y regionales para hacer un rápido repaso y estar al tanto de lo que haya pasado y que quizás me perdí o no me di por enterado. Ayer grabé el programa de TV que estuvo bastante picante y polémico por cierto, no me propuse que se diera así, pero hay preguntas que la sociedad se hace y que yo no puedo obviar, siempre lo he entendido de esa manera, mal que le pese al invitado. Y si además están ligados a la política, los cuestionamientos se vuelven frecuentes. 

Cuando la luz de la cámara se apaga y el programa llega a su fin, yo soy el primero en darme cuenta si no salió como esperaba. A veces soy excesivamente crítico conmigo mismo, pero salvo que haya sido un desastre total, aprendí a no castigarme más allá de lo razonable. Todo ello también es válido para cualquier nota o entrevista que no sea televisada, por supuesto. Yo tengo la capacidad para afrontar un momento tenso o incómodo, aunque no sea nada grato, porque al final de cuentas, lo que necesito es llevarme la información que buscan mis lectores. Hay algunos dirigentes o funcionarios que son expertos en "ponerse el cassette", como solía decirse antes. Es decir que ya tienen un speech armado y parece casi imposible sacarlos de ese lugar que es su zona de confort o su trinchera. Lo menos que uno espera es que las declaraciones tengan un dosis de sinceridad y sentido común. Probablemente esté esperando demasiado. 

Como periodistas asumimos la voz de aquello que nos dice la calle. Siempre trato de estar en las mejores condiciones para que todo salga prolijo, al menos de mi parte. Tal como yo lo suponía, la entrevistada, que en ese sentido es hábil, le buscó la vuelta para evadir algunas preguntas y no responder abiertamente. Uno puede insistir llegado el caso, pero al final es la audiencia quien emitirá su opinión, su juicio de valor. Si a todos les decís que sí, es como reza el refran: Querés quedar bien con Dios y con el Diablo. Nos estamos viendo pronto, quizás en una nueva madrugada. Punto final.   

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