Comienza un nuevo mes, se abre un nuevo ciclo, que en esta ocasión se presenta como la previa a un proceso electoral. Esto último no es novedad para nadie a menos que vivas en un tubo, pero no es menos cierto que a veces preferimos no pensar... En ciertas cosas, diría Luca Prodan.
No siempre
podemos hacerle frente a lo que la vida nos depara, pero en todo caso, si
conservamos algo de voluntad, es un ejercicio mental interesante aprovechar esta
coyuntura para indagar qué es lo que pretendemos como sociedad en un sentido amplio, desde el que vive en la Recoleta hasta quien tiene un rancho en Tilcara. Creo que nunca se hizo algo con un espíritu realmente con enfoque amplio. Estamos
acostumbrados a referirnos a la propia sociedad como si nos fuera ajena: Es decir, desde el lugar de individuos, ni siquiera
como ciudadanos.
Durante la
pandemia escribí varias notas sobre esto, porque más allá de los estragos que
causó en todos los órdenes, puso a prueba la capacidad tan
desigual y disgregada de la población para acatar reglas y hábitos que nunca habíamos
vivenciado. Y no faltaron quienes tenían un temor exacerbado ante lo que nos
descolocó por completo. Pero no es el objetivo referirme nuevamente a eso
ahora.
Si cualquiera de nosotros tuvo que atravesar una circunstancia excepcional y
traumática y luego sigue comportándose igual que antes, todo hace suponer que algo no funciona bien, y si continuamos votando a los mismos que nos
sumieron en el fracaso, no queda mucho que esperar. No sé si llegará el día en
que nos pondremos de acuerdo en lo que queremos dejar definitivamente atrás.
Una gestión de gobierno que, desde la Casa Rosada, hace agua por todos lados, y
que no estuvo a la altura de lo que las autoridades consideraban la antítesis.
Vale decir, el macrismo. Ambos gobiernos fueron pésimos, el de Aberto F.
termina en diciembre y dudo de que en 6 meses pueda revertir la inoperancia que
comenzó su gestión en 2019. Sin embargo, Alberto no me parece ningún estúpido y
por eso sigo sin comprender por qué aceptó ser candidato cuando sabía que lo
iban a sacudir por todos lados como una bolsa de boxeo.
Durante años dimos
por sentado que nos merecía o nos correspondía el acceso a determinadas cosas,
que (hoy) vemos que no tenemos. Inclusive, derechos consagrados por las leyes y
la Constitución. Están en los papeles, pero no se los ve en la vida cotidiana y nadie garantiza su cumplimiento.
Claro que
indignarnos al pedo y sin motorizar un proyecto superador, no nos asegura
ninguna mejora en la calidad de vida. Progresivamente hemos caído en una
decadencia que se da en todos los órdenes: Es real y palpable. Cada día vivimos
peor, incluso aquellos que ganan buena guita.
Es obvio que no
tenemos el poder suficiente para revertir en un corto plazo cuestiones estructurales
y carencias gravísimas. Pero aceptar mansamente que las cosas "son como
son", es lo más parecido a la resignación que se pueda conocer. Uno mismo
debe buscar la forma de bajarse del caballo antes de terminar en una
estrepitosa caída, pero sin por ello creer que nos salvaremos solos. Buena parte de
lo que estoy diciendo se va a reflejar en caso de que haya un ausentismo notable
en estas elecciones, como ya ha sucedido en otras provincias. No es
descabellado suponer un deja vu a octubre de 2001, cuando sólo fue a votar el
75 % del padrón en medio de un descontento generalizado y totalmente
comprensible.
La cuestión es
que, tarde o temprano, nos damos cuenta de que es momento de darle una vuelta
de tuerca a la historia. Aceptar que somos protagonistas, asumir la
responsabilidad de laburar a conciencia, y comprender que nuestros problemas
personales no pueden ser resueltos por otros. Al resto de la gente no les importan un carajo, simplemente porque cada uno vive en sus cosas.
Hay que aprender a ser más componedor y tolerante ante lo que nos depara el presente, porque la música no es la misma, ni el cine, ni las películas en general. Todo lo que está surgiendo, proviene de motivaciones más complejas de lo que se suele conjeturar. Hay fenómenos sociales que marcan tendencia en las expresiones artísticas, como lo fue en su momento la cumbia villera, que llegó a ser degradante porque rozaba la apología del delito. Pero ese es un caso que tomé intencionalmente de algo llevado al extremo.
En líneas generales, llegará un punto en que estaremos demasiado
viejos y enfermos, y nos arrepentiremos de todo aquello que no hicimos cuando
teníamos lucidez y juventud. Pero, para finalizar, estaría bueno afirmar lo
siguiente: Ser “joven”, no es un pretexto para hacer estupideces o no hacerse cargo de nada.
Es un recorrido hacia un camino que, si lo transitás con inteligencia, te puede
conducir a los objetivos por los que tanto luchaste. Los plazos y los tiempos
irán variando según cada uno, pero seguirán estando en tu ADN, digamos, si continuás peleándola con lo recursos que tengas a tu alcance. Nos
estamos viendo pronto. Punto final.