27 de junio de 2023

Aprendizajes (parte 3)

 En estas cuatro décadas y pico que llevo de vida, aprendí a ser más reservado ante cuestiones que considero íntimas. Sólo las conocen mi familia, algunos amigos, y mi psicóloga. He hecho terapia y no me avergonzaría retomarla cuando sea necesario porque los resultados han sido buenos, ¿Por qué debería? Me parece más útil canalizar lo que me está pasando ante profesional que tenga una formación específica para eso. Todos en determinada instancia necesitamos recuperar el entusiasmo hacia que antes nos llenaba de energía. Pero es lógico pensar, que ahora ese mismo sentimiento está ligado a otros hábitos diferentes. 

Estoy leyendo bastante durante mi tiempo libre, y además del contenido del libro siempre hay palabras nuevas para enriquecer el vocabulario. Por lo general mi preferencia está orientada a los ensayos o investigaciones, pero últimamente me he inclinado hacia la ficción porque además me permite adoptar recursos que son propios de los grandes escritores.

Otra cosa que tanto yo como aquellos que me lean tendríamos que aprender, es que no podemos decidir por los demás. Y si lo intentáramos, no sería nada provechoso. No me gusta convencer a nadie de ninguna verdad revelada, ni tampoco que pretendan hacerlo conmigo. Por otra parte, hay quienes creen que me están tomando por boludo, cuando en realidad yo los dejo que se regodeen en su perorata de incoherencias y mediocridad. Es decir, me hago el boludo, finjo un interés porque en determinadas circunstancias no se le puede decir al otro: “Usted es un estúpido”. Quizás algún día se den cuenta solos, no seré yo quien les advierta su escasa capacidad para pensar y analizar quitándose las anteojeras de encima.

Yo no vivo en la casa de Gran Hermano, por lo tanto, puertas adentro hago lo que se me antoja, no estoy expuesto al escrutinio público. Pero como ya soy un adulto hace rato, debo hacerme responsable de mis “cagadas”, en particular si afectan involuntariamente a alguien. No me gusta ofender o denostar a la gente, aunque haya sobrados motivos en más de una ocasión. La vida es como una balanza que busca su equilibrio, y a esos tipos también los pondrá en su lugar. 

Cuando le doy un consejo a un amigo, siento que me equivoco en mi proceder, porque él no me lo está pidiendo. Incurro en un error: Lo que desea, simplemente, es ser escuchado o desahogarse. Y si se trata de un amigo, está bien.

Obviamente, no soy ejemplo de nada, por lo cual eso debería eximirme de aconsejar a cualquiera. Lo que sí hago, en casos muy puntuales, es advertirle sutilmente que no le conviene caer en un exceso de confianza ante un Fulano equis. Y me tomo esa atribución, porque yo conozco a ese tipo y sé que es un chanta. Ahora bien, yo te lo digo, después vos hacé lo que quieras, por supuesto. Hay gestos nobles que nunca olvidaré, se los puedo asegurar. Gente que me ha ayudado cuando no estaba en mi mejor versión. Y ha habido otros que perseguían el objetivo de hundirme, de psicopatearme con mentiras y chismes.

Lo único que sé, es que los años te permiten ir despejando el camino, darle valor a lo que realmente se lo merece, y dejar que el resto te resbale. Dimensionar cada hecho según el impacto real que nos puede traer aparejado.

Desde luego, dicho de esa manera parecería una tarea sencilla, pero no lo es en absoluto. Cada día es una experiencia nueva, aunque parezca igual al anterior. Por ese motivo, también hay fechas, años, que no olvidaré jamás. Están relacionados a acontecimientos gratos pero dolorosos también. Y es parte de mi historia. Cada uno de ustedes construirá la suya. Seguramente hoy estoy con plena convicción de algo y dentro de un tiempo aparezca lo opuesto: La decepción. Pero son las dos caras de la misma moneda.

En otro orden de cosas, aprendí también a tomarme el tiempo que sea necesario para escribir en este blog. Cuando considero que no tengo nada que decir, prefiero esperar a que algo me inspire o me motive. Creo que nunca seré un escritor que reciba una aclamación del público, pero no sé si me gustaría que eso ocurriera  ¿Saben por qué? Porque es muy difícil repetir un éxito que reúna la misma calidad de una obra previa, y esto también es válido para la música, las artes plásticas, o lo que quieran imaginarse. Puedo escribir un buen libro, sí, pero sólo será bueno en la medida que yo lo considere así. Si yo escribo 200 páginas que me parecen una bosta y por esas vueltas de la vida se vuelve exitoso comercialmente, para mí seguirá siendo una obra mediocre.  

Quienes se elevan por encima de la mediocridad, gozan de un don y de una lucidez tal que uno cae en la certeza de que nunca llegará a alcanzarlos. No pretendo copiar el estilo de ningún escritor consagrado, porque además el resultado sería pésimo. Los autores más elogiados son metódicos para escribir y lo toman como un trabajo más, dedican una cantidad determinada de horas al día para ir tramando la estructura de una novela o un relato. Nadie escribe un buen libro sin abocarse con auténtica pasión y empeño para conseguirlo.

Hacer un programa de televisión, entre otras facetas de mi profesión, me hizo al darme cuenta de que hay personas que me quieren y aprecian, y que yo apenas conocía. O cuanto menos, que valoran mi trabajo. Yo no sé si soy mejor que Juan o Pedro, pero sí puedo afirmar que soy profesional, y que cuando algo no me sale bien, soy el primero en percatarme al igual que en el ejemplo anterior. Ha habido programas que no me gustaron, y sin embargo fueron del gusto popular, vaya uno a saber por qué. Pero casi todo se puede corregir.

Resumiendo: Todo lo que expresé en los párrafos de arriba, me da fuerzas para seguir adelante. Hace 21 años ya que me dedico al periodismo y es evidente que no me llenaré de guita con esta profesión, pero es lo que yo elegí hacer. Podría haberme capacitado en otra cosa, pero eso ya sería entrar en terreno de lo hipotético.

El "¿qué hubiera pasado si....?" no tiene sentido. El tiempo corre demasiado rápido como para desperdiciarlo en disquisiciones de futurología que no conducen a nada. Por eso, estimados lectores, y aunque en esta nota me propuse no dar consejos si no nadie me los pide, lo único que les diría es que disfruten todo lo que puedan, porque los tragos amargos vienen solos. Y que no se la pasen puteando por motivos fútiles, cuando sabemos que el desafío que tenemos por delante es lograr la paz interior para poder proyectarla hacia nuestro entorno. Punto final.

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