3 de septiembre de 2023

La batalla cultural que muchos dan por ganada

 Un fin de semana raro, muy lluvioso, con pocas actividades para cubrir periodísticamente, salvo el homicidio de un vecino, de un lobense, que alteró –como es lógico- la tranquilidad pueblerina. Son esas noticias que uno nunca querría tener que dar.

 En los breves períodos que salí a la calle lo hice con el paraguas encima, lo cual resultó inútil porque justo en esos minutos no cayó una gota. Cosas que pasan. Soy experto en olvidarme los paraguas cuando tengo que ir a un lugar, y la verdad es que cuando trato de recordar dónde los he dejado ya es demasiado tarde. Es incómodo porque implica tener una mano ocupada mientras con la otra quizás tener una bolsa, pero –por supuesto- peor es mojarse y llegar a tu casa con la ropa arruinada. Al no haber sol, no hay manera de secarla, excepto con el calefactor, manteniéndolo a una temperatura baja antes de que se convierta en un trapo quemado.

Mañana voy a salir a buscar notas y entrevistas como es habitual. Algo va a aparecer, más allá de lo que son las conferencias de prensa o los actos protocolares. De hecho, mañana es el Día del Inmigrante, una fecha que durante algunos años se celebró en Lobos, después se discontinuó, pero sea como fuere, se realiza en la plaza que está frente al Hospital, si el clima acompaña. Allí hay numerosos mástiles donde se colocan banderas de diversos países que contribuyeron a forjar la historia de nuestros antepasados. Es casi una plazoleta más que una plaza, no hay mucho para ver ni para hacer. Pero todo lo que pueda transformarse en un espacio verde o de esparcimiento gratuito es bienvenido.

 Hoy por hoy, la inmigración no es más europea. En su mayoría, los que eligen la Argentina para vivir o realizar un emprendimiento son de China, algunos confines africanos como Senegal, Venezuela, Bolivia y otros limítrofes. Se supone que encuentran mejores condiciones para establecerse acá que en sus países de origen, de lo contrario no desandarían el proceso que implica el desarraigo. Siempre me pareció curioso el hecho de que los chinos pongan supermercados, no digo que esté mal, nada que ver. Me refiero a que no se dedican a otros rubros, al menos que yo sepa. Del otro lado de la moneda, están aquellos argentinos que deciden emigrar. Pero muy pocos, aunque tengan la ciudadanía, adoptan ese nuevo destino como residencia permanente. Es una oportunidad ante un escenario de crisis, pero cuando mejora un poco la situación doméstica, vuelven. Son muy escasos los que se van con un capital para invertir afuera. Si toman la decisión de irse, lo hacen para hacer una diferencia económica que no se consigue de inmediato. Ganar 1.500 euros al mes, no es un sueldo muy alto en España o el resto de Europa. Se pagan muchos impuestos, pero el Estado brinda salud y educación de calidad, por esa razón sus habitantes aceptan ese recorte en sus ingresos. Lo que se conoce como Estado de Bienestar es propio de Suecia, Noruega, Dinamarca, destinos que no son muy elegidos por los extranjeros, a decir verdad. Tienen un gran nivel de desarrollo, pero el sol está todo el tiempo, o bien anochece a las 4 de la tarde, según la época del año. Es muy difícil acostumbrarse a eso, y el idioma es un escollo también.

Prender la tele, buscar un programa, una película o lo que sea que resulte interesante, o cuanto menos entretenido. Tarea difícil. Creo que se me va a gastar el dedo pulgar de tanto hacer zapping buscando algo que valga la pena ver. Y esto tiene que ver con que, para acceder a productos de calidad, hay que pagar aparte, ya sea Netflix, Star+, y otros tantos servicios. Cosa que no pienso hacer. 

Los que manejan medios gráficos tampoco le ponen pilas para que uno acepte pagar por algo que ya dejó de ser prioridad al momento de informarse . Antes solía consumir los productos de Editorial Perfil, como el diario del mismo nombre o la Revista Noticias. Con el tiempo me di cuenta de que apelan a títulos sensacionalistas o con "gancho". Cuando vas recorriendo las páginas para buscar esa nota, no hay nada de contenido periodístico que equipare el nivel de sus mejores años. Ni hablar de lo que fue la última creación impresa que pergeñó Fontevecchia. Se trataba de un pasquín denominado "Libre", un diario barato que era una copia evidente de publicaciones similares como The Sun o The Daily Mirror.

Si hay algo que ha conseguido este Gobierno, es avanzar en la batalla cultural que dan por ganada. Sembrar la duda sobre la credibilidad de la información del diario Clarín y de otras empresas que integran el Grupo. Hay que reconocer que el lector independiente ya no se come cualquier verso, cabe recordar también lo que fue la Ley de Medios luego de un largo proceso que derivó en la creación del Afsca, terminó borrado de un plumazo cuando asumió Macri y lo reemplazó por el ENACOM. Yo sigo comprando Clarín de vez en cuando, pero mi sensación es que al diario en papel lo tienen como un mero soporte para preservar la tradición editorial, porque ya todo el staff de periodistas está abocado a escribir notas para suscriptores digitales. Uno se da cuenta enseguida cuando insisten en poner en agenda temas que no interesan o que son más que nada un posicionamiento del medio sin zanjar una cuestión de interés genuino para la sociedad. Hacen conjeturas sobre hechos improbables o emplean en exceso el uso de fuentes reservadas que en muchos casos son rumores inventados por ellos mismos cuya autoría les atribuyen a anónimos.

Por otro lado, los medios oficialistas van creciendo, y para sostenerse reciben generosas pautas publicitarias del Gobierno. Si tenés pensamiento crítico, verás que la pelea del kirchnerismo contra sus ocasionales enemigos nos mantiene como rehenes, dado que todos los días se brinda amplia cobertura a noticias a favor o en contra. Afirmando o desmintiendo. La Nación es más claro, en el sentido de que tiene una línea conservadora que no ha variado más allá de los inquilinos de la Casa Rosada.

Hago esta salvedad porque soy consciente de dónde estamos parados, no obstante me parece que hay dos poderes en pugna que impiden la difusión de noticias que nos hagan sentir un poco mejor como ciudadanos. Es un ejercicio innecesario que hagan olas sobre el malhumor colectivo: La verdad no está en la tinta y el papel, o detrás de la pantalla del celular, sino en la calle, y el periodismo debe replicar lo que pasa en la sociedad de hoy, no construir una realidad paralela. Volvamos a indagar en el dial de la radio y busquemos hallar alguna voz que -sin ser oficialista-, tampoco caiga en la obsecuencia más burda. No se trata de pedir objetividad. Pero sí está claro lo siguiente: Todos sabemos que no es lo mismo ser objetivo que parcial. Nos estamos viendo pronto. Punto final.


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